Opinión

Miseria de la política

Por: Diario Concepción 28 de Diciembre 2018
Fotografía: Diario Concepción.

Danny Monsálvez Araneda
@MonsalvezAraned

Una buena forma de evaluar los tiempos que corren, es analizar los temas que generalmente circulan en la prensa, redes sociales y, en menor medida, a nivel de la población, asimismo, dar cuenta de quienes son los políticos e intelectuales que con mayor fuerza tienen tribuna y espacio en los. Si uno logra concatenar estos elementos, podría fácilmente sacar tres conclusiones.

En primer lugar, la superficialidad, incluso, ignorancia con la cual se hablan y presentan (ni hablar de argumentar) algunos temas. En segundo lugar, un porcentaje importante de políticos desfilan por los medios, no precisamente para dar cuenta de alguna idea o proyecto que esté pensado en cómo poder mejorar nuestra sociedad o buscar alguna solución a los problemas; todo lo contrario, o figuran por alguna investigación judicial que se les sigue, por problemas de financiamiento, mal uso de los recursos públicos, derechamente corrupción o bien por alguna declaración y comentario superficial o “polémico”, que lo único que persigue es poder tener algunos segundos o minutos de “fama” en los medios.

Por último, están los denominados intelectuales, aquellos que valiéndose de alguna especialidad y de los espacios que les proporcionan los medios, buscan animar (en teoría) el debate público, el problema está en que el nivel de aquellos intelectuales, está lejos de animar el debate, más bien buscan la polémica barata, el embuste, en otros casos la maledicencia, pero sobre todas las cosas, refrendar determinados patrones, modelos, estereotipos y caricaturas que tiene como objetivo reproducir la ignorancia, acrecentar el desconocimiento y mantener la distracción entre los espectadores y lectores. ¿Las consecuencias de aquello? El desprestigio a nivel supino de la actividad política, la mofa y ridiculización constante con los políticos y autoridades, el incremento o eventual “popularidad” de discursos autoritarios o antidemocráticos y la ignorancia y frivolidad convertida casi en una virtud republicana.

Bajo este escenario, los tiempos que corren no son muy buenos o promisorios, más bien, estamos o seguimos inmerso en la miseria de la política, en el menoscabo de la política, en la degeneración de esta, no sólo por culpa de quienes la (mal) ejercen, sino también por una ciudadanía que hastiada de la putrefacción y corruptela de algunos ha optado por restarse de los debates, discusiones, por no ir a votar y menos querer participar de los pocos espacios que se logran articular para dialogar sobre la política; es decir de aquello que dice relación con nuestra sociedad, con nuestros problemas, en pensar que la política es la herramienta que nos permite construir sociedad.

En consecuencia, la miseria de la política, es al mismo tiempo nuestra propia miseria, ya que no es otra cosa que el resultado de nuestras propias falencias, debilidades y, sobre todo, la complicidad (por acción u omisión) con aquellos (dirigentes, autoridades y políticos) que la han corrompido hasta no poder más.

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