Opinión

La apoteosis de la humilde papa

Por: Diario Concepción 10 de Marzo 2018

Al principio, la comida debió haber sido más o menos lo que había cerca, poco y nada a veces, único requisito era que después de comer, uno siguiera vivo, cosa que posiblemente no siempre ocurrió. La diversidad de alimentos fue así aumentando, más todavía con el descubrimiento de América y sus cosas comibles, muchas, como el maíz y la papa.

Los españoles llevaron papas en los espacios libres que quedaban en los barcos llenos de  oro y similares, conseguidos mediante procedimientos discutibles. La gente fina de la Península, de puro verlas, determinaron que no eran aptas sino para el ganado y los pobres. Así quedaron las cosas por más de tres siglos, hasta que en el siglo XIX, la ciudad francesa de Besancon tuvo la astuta idea de promover un concurso de innovación de alimentos, a ver cuál de los vegetales resultaban más nutritivos. Varios presentaron a la papa, gente modesta que por cientos de años  las habían comido, logrando así el milagro de mantener el alma unida al cuerpo, durante  inacabables años famélicos.

Fue Antoine- Agustin Parmentier, agrónomo, naturalista y nutricionista francés, el que cambió el estado de las cosas, por experiencia propia, ya que estuvo preso en la guerra con Prusia y allí, como la necesidad tiene cara de hereje, comió sapos y culebras y papas, encontrando éstas últimas mucho más sabrosas y nutritivas. Se encargó de demostrar que se podían hacer con ella toda suerte de platos, no sólo para matar el hambre, sino que verdaderas joyas gastronómicas, asunto que fue rápidamente adoptado por los chefs más connotados.

El término á la parmentier se aplica en la actualidad a cualquier elaboración culinaria en la que la patata es protagonista, no se sabe si las chorrillanas califican para un descriptor tan elegante.

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