Opinión

A vernos la suerte

Por: Procopio 19 de Noviembre 2017

Hay profesiones que, como se describe ahora, van a la baja, es decir, ya no son tan populares o necesarias como antes, como los reparadores de paraguas, o los fabricantes de candelabros o palmatorias. No hay asombro, o al menos no hay demasiada nostalgia, ya que claramente no hacen demasiada falta. Pero hay otras profesiones cuyo concurso es inestimable y que aun así han perdido prestigio considerablemente, como es el caso del riesgoso oficio de adivino.

De mayor solemnidad es la ya desaparecida pitonisa, desde la Grecia clásica, digna del mayor respeto, un vocablo griego que resulta de juntar el pueblo donde esta señora ejercía su tenebroso oficio, Delfos y con la palabra pythia; una sacerdotisa. La encomiable tarea de este personaje es recibir la pregunta y someterla, en un humoso trance, al escrutinio de los dioses y traducirlo, del modo más ambiguo y crítico posible, al preguntón de turno. El oráculo se celebraba el día 7 de cada mes, con ritos inmodificables, como pagar la consulta en oro constante y sonante.

Hoy día abundan los que ejercen ilegalmente tan necesario oficio, han cambado de nombre, por razones fáciles de comprender, asesores financieros, politólogos, periodistas especializados, comentaristas deportivos, dependiendo de lo que esté en juego.

Lo que está claro es que los atributos de las pitonisas son altamente valorados y ejercidos por miles de falsos pitonisos y pitonisas, pero es tanta la necesidad de saber qué nos depara el futuro que aún tienen fieles seguidores, escriben libros best sellers y no pocos siguen exitosas y muy bien remuneradas carreras políticas, muchos quedan desprestigiados mortalmente, como puede pasar hoy día mismo, por la tarde.

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