Durante dos años la festividad que más disfrutamos como chilenos desapareció de los parques. Este 2022, volvió a la presencialidad y en el ambiente esa diferencia de logra percibir.
Octubre de 2019, en el inicio del denominado estallido social, fue también el comienzo de un periodo tan largo como atípico en nuestro país. En resumen, primero fueron las manifestaciones por el alza de las tarifas en el pasaje de El Metro en la Región Metropolitana. Luego, el descontento se multiplicó en distintos puntos del país, por las más variadas demandas. Y el proceso del que sólo se pudo comenzar a salir con un acuerdo político (un proceso en el que seguimos inmersos, por cierto), también derivó en una serie de elecciones y cambios que aún asimilamos.
Cuando pensábamos que podríamos volver a retomar el rumbo habitual, al que estábamos acostumbrados, en marzo de 2020, vino la pandemia por Covid-19, los dos años de encierro, los contagios masivos, las vacunas, los pases de movilidad, los aforos, las mascarillas, la distancia física y un largo etcétera.
Ese contexto, además, impidió que pudiéramos disfrutar de espacios de recreación familiar y de compartir en medio de nuestras diferencias. Así, la festividad que más disfrutamos como chilenos desapareció de los parques y espacios públicos que generalmente la recibían. Las Fiestas Patrias fueron puertas adentro y con límite de participantes. Y este 2022, después de dos años, el cumpleaños de Chile volvió a la presencialidad, y en el ambiente, esa diferencia de logra percibir.
La lluvia no logró (ha logrado) desmotivar a quienes esperan con ansias estas fechas. Y no se trata solo quienes asistirán a fondas, carpas y eventos preparados para la ocasión, sino también de quienes están encargados de que la familia pueda disfrutar de un momento. Ahí está el esfuerzo particular de comerciantes y emprendedores que, en muchos casos, invierten lo que no tienen para poder generar ingresos mayores.
“No lloverá más, esto está recién empezando, así que yo creo que durante la tarde habrá más gente”, decía ayer, con rostro optimista, un locatario de los puestos instalados en la carpa del Parque Bicentenario de Concepción, pese a la baja afluencia de público en la mañana.
Y cómo no estar optimista. Si ya estuvimos dos años encerrados, sin poder darnos un tiempo de poder disfrutar junto a los nuestros y, quizás, darnos una pausa necesaria y reflexionar respecto a lo que viene. Hacerlo con respeto y responsabilidad, por cierto, debe ser parte de este retorno tan esperado.