Editorial

El nacionalismo de las vacunas

Es posible, para un país con menos recursos, contactos y peso político, fabricar mascarillas o protectores faciales. Producir una vacuna, sin embargo, es otra historia.

Por: Editorial Diario Concepción 21 de Agosto 2020
Fotografía: Archivo

Nacionalismo de tratamiento. Así fue calificada la decisión de Estados Unidos de comprar el abastecimiento global de Remdesivir. El fármaco es uno de los pocos que reconocidamente tienen algún efecto contra la Covid-19, y el país del norte quiso asegurar el suministro para sus ciudadanos. Estados Unidos, sin embargo, no es un caso aislado de egoísmo, puesto que el “nacionalismo de tratamiento” o “nacionalismo vacunal” es una práctica más común de lo que se imagina.

El fenómeno ocurrió en 2009, cuando algunas potencias mundiales monopolizaron la compra y distribución de la vacuna para la gripe porcina. Pero hay un ejemplo más reciente: Reino Unido ha prohibido la exportación de dexametasona, que reduce la mortalidad de enfermos por Covid-19. Y qué decir de la carrera por fabricar una vacuna, que tiene a varios países en una millonaria competencia en que la mayoría de las naciones solo puede asomarse como asistentes. Como es imposible predecir cuál laboratorio tendrá una vacuna efectiva, potencias como Reino Unido y EE.UU. han comprado millones de dosis de un fármaco que todavía no existe. Así aseguran su abastecimiento con gigantes de la talla de AstraZeneca, Pfizer, BioNtech, Johnson & Johnson, Moderna y Novavax.

El nacionalismo en esa materia también fue observado al inicio de la actual pandemia, cuando algunos países decidieron comprar reservas completas de medicamentos, dispositivos de protección personal y suministros varios. Pero aquí hay una diferencia fundamental: es posible, para un país con menos recursos, contactos y peso político, fabricar mascarillas o protectores faciales. Producir una vacuna, sin embargo, es otra historia.

La capacidad de producción global de vacunas efectivas, según estimaciones de especialistas, será de 2 mil millones de dosis hasta diciembre de 2021. Para aplicar dos dosis a cada habitante de Estados Unidos y de la Unión Europea, sería necesario casi el 80% de ese total de vacunas.

Así que la carrera no es solo para fabricar un fármaco efectivo contra el coronavirus, sino que también por el acceso en la distribución. Es un tema de Estado: establecer acuerdos, solos o colectivamente, con el objetivo de recibir las dosis. Un reparto equitativo es clave, porque, al fin y al cabo, la pandemia no desaparecerá hasta que todos reciban las vacunas. Mientras, todos los países, ricos o pobres, seguirán vulnerables.

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