Cultura y Espectáculos

El espejo

Por: Diario Concepción 23 de Junio 2019
Fotografía: Andrés Oreña P.

Por Francisco Bascur Sánchez

Hace algún tiempo, tuve la suerte de asistir a unos talleres de música latinoamericana en la UBB, dictados por José Seves, cantor y compositor nacional perteneciente al Inti – Illimani “histórico”, quien acompañado de Elizabeth Morris (compositora, intérprete y actual ganadora de la competencia folclórica de Viña 2006), nos mostraron a través de instrumentos de cuerdas, vientos y percusión, parte de la hermosa y colorida música del Perú criollo.

En uno de los comentarios que oí de Seves, me quedó rondando la visión que éste tenía de la música latinoamericana en general y chilena en particular: visión histórica, vivencial y crítica. Inspiradora además de esta sección. Lo siguiente es una fantasía basada en el recuerdo de esa conversación:

Hubo un tiempo en que la música comenzó a convertirse en un modo de mirarnos. A través de melodías iba apareciendo el canto del cerro que nos hablaba de amaneceres fríos sobre las nubes, del germinar del almácigo en primavera, del cuequero que a punta de cantar en la rueda se curtía en el mercado. El canto se hizo voz y rostro de lo cotidiano. En todos lados Latinoamérica se mostraba desde su mestizo origen silbando verdades que antes no parecían ser parte del sentido o el rol de la música, más ligado hasta ese entonces a la nostalgia por el amor del verano, en el caso de la música popular, y a lo estrictamente campesino, en el caso del folclor tradicional. En esos tiempos, cantar fue expresar la realidad, que a pesar de lo relativo de esta afirmación, identificó a la mayoría de las personas que no encontraban mucho apego a los extremos señalados, ni menos en lo clásico. Este canto, mezcla de lo rural y de lo urbano, y consciente además de su origen “blanquinegrindio”, como señalara el maestro peruano Nicomedes Santa Cruz, fue forjando una mirada hacia nosotros, esbozando una imagen de lo que significaba ser latinoamericano, chileno, peruano, colombiano; imagen desprovista de prejuicios impuestos, y convertida además en herramienta que muchas veces trascendió lo estrictamente musical, para convertirse en historia popular, en deseos de revolución, en forma de legitimación, transformando al cantor en algo más cercano a un trabajador de la música que a un “artista”, como lo señalara reiteradas veces Víctor Jara. “El Canto no puede limitarse solamente a distraer, a entretener a la gente, – agregaba Horacio Guaraní -el canto debe jugar un papel dentro de la sociedad en la que vive, por algo se nutre de esa sociedad; viene desde abajo el cantor, está nutrido de una serie de vivencias, de la gente que construye el país, que hace el país a cada rato y no puede negar de ninguna manera toda aquella cosa que está alrededor del hombre. Y alrededor del hombre no hay solamente momentos felices, hay momentos tristes, que duelen, que lastiman (…) el cantor toma posición frente a la vida, el cantor opina.”

Este canto que moviliza los sentimientos del hombre, que le produce estados de conciencia crítica, que le hace descubrirse y descubrir su entorno, pareciera hoy en día, salvo contadas excepciones, no ser parte del interés popular, sonando más bien a antiguo, a panfleto, a poco comercial, a aburrido, a poco “oreja”.

Si la música en general es reflejo fiel de lo que mueve a una sociedad, es fácil concluir el porqué de la práctica desaparición de este canto en la escena cotidiana, de las radios, de la tele, de los festivales.

– “El canto fue el espejo donde alguna vez nos pudimos mirar, re-conocer y fortalecer : Este espejo fue quebrado, y hoy sus fragmentos se encuentran dispersos en todo el continente…” concluía Seves. ¿Sabemos hoy en día cuál es la música latinoamericana? ¿Cuál es la música que identifica a Chile del resto del continente? ¿Existe “la” música chilena? ¿Queda en Concepción algún fragmento de ese espejo donde poder mirarnos nuevamente?

En esta sección pretendemos plantear estas interrogantes a los creadores actuales, no con el afán de encontrar los fragmentos del espejo roto, sino más bien con la ingenua pretensión de moldear una reflexión actualizada de la música de nuestra ciudad: de construir el espejo de estos tiempos, la mirada actual desde la música.

Puede, eso sí, que encontremos varios fragmentos de la anterior mirada esperando por ahí. Puede que no.

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