Cultura y Espectáculos

Premios Óscar: Green Book podría ganar como Mejor Película esta noche

Roma va a ganar Mejor Película Extranjera, y la Academia podría elegir ésta. Mas Pantera Negra, BlacKkKlansman y La favorita son mejores y todavía son fuertes contendores. Hasta Bohemian Rhapsody suena fuerte. Todo puede pasar.

Por: Esteban Andaur 24 de Febrero 2019
Fotografía: Cedida

Nueva York, 1960. El famoso pianista afroamericano Donald Shirley (Mahershala Ali) contrata a Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), un italiano americano cesante de su trabajo en el club nocturno Copacabana, para que sea su chófer y asistente durante una gira de dos meses por el sur de EE.UU., donde dará conciertos para audiencias blancas. En la carretera, se guían por The Negro Motorist Green Book, texto que señala los lugares en el sur segregado en que los afroamericanos pueden hospedarse y esparcirse. En la carretera, ambos se dan cuenta de que deben crecer en pos de abrazar sus diferencias; pero (spoiler alert!) no son tan distintos como pensaban. Mira tú.

Green Book (2018) está <<inspirada en hechos reales>>, como lo leemos en la pantalla, y es una historia que nos han contado mil veces, y que ahora, en tiempos políticos volubles, no consigue persuadir como lo habría hecho hace veinte, treinta o cuarenta años. En un año que nos regaló BlacKkKlansman y Pantera Negra, donde los afroamericanos son autónomos, ésta es la película sobre el racismo en EE.UU. que se mantiene más o menos ambivalente. El libro del título comporta, en sí, líneas políticas más profundas, las cuales nunca son incorporadas en el filme de Peter Farrelly.

Es como Conduciendo a Miss Daisy (1989), con las razas de los personajes invertidas; y Mejor solo que mal acompañado (1987), debido a que es una road movie con varias situaciones cómicas, y tiene una festividad de fondo: Navidad, en este caso. Incluso termina con un primer plano de un personaje importante, como Mejor solo, quien es una persona blanca.

Y termina así, puesto que el énfasis está en los blancos. Uno asume que Green Book tiene dos protagonistas, Don y Tony, sin embargo, es el segundo quien predomina aquí. Es su voz y perspectiva. Claro, por defecto lo es, ya que es el único que puede socorrer a Don cuando está siendo discriminado, apartado, maltratado y humillado; es un hombre blanco, sólo él puede aspirar a ejercer poder en contextos específicos.

Al inicio del filme, es un racista. Por ejemplo, dos afroamericanos acuden a su departamento a hacer unas reparaciones, su esposa les ofrece agua en sendos vasos de vidrio, y él, en lugar de lavarlos, los echa al tarro de la basura apenas los hombres se van. Ésta es la historia de cómo él evoluciona y se convierte en un mejor ser humano.

El montaje no es muy atractivo en las primeras escenas del Copacabana y, luego, aquellas con la familia de Vallelonga; son rutinarias y el ritmo es vago. Todo cambia y las emociones florecen cuando aparece Don, vislumbramos el drama y la narración cobra vigor.

El guion es pura fórmula. Ahora bien, siempre es un deleite cuando una historia está contada en una manera convencional, si ésta es sincera con sus personajes. Si lo es.

Tony es vulgar e indisciplinado, un tipo oportunista; Don le inculca buenos modales, mejora su gramática y ortografía, cual padre y su hijo. Tony, debido a su origen proletario, conoce de música negra, la que más disfruta (¿y no que era racista?), y dado que el pianista está alejado de esas tendencias musicales, éste las llega a conocer y apreciar gracias a quien maneja el auto. En otra ocasión, Don es instado por su conductor a que toque el piano en un bar afroamericano, y la gente queda tan maravillada, que la banda de aquella noche se sube al escenario a improvisar música; Shirley los acompaña. Tocan jazz, todo gracias al hombre blanco. Huelo problemas.

En un punto, Don le dice a Tony que la única forma de ganar es manteniendo la dignidad de uno, la dignidad siempre prevalece. Caray, si las cosas fueran tan simples, una película como Green Book no sería necesaria. Diálogos como aquél son pequeños grandes sabotajes al propio mensaje del filme. Básicamente, no hacer nada equivale a ser digno. No basta con que los dos amigos eviten a los blancos sureños, o los confronten y después se marchen, dejando conflictos atávicos sin resolver.

Don es gay, y descubrimos esto en una escena en que es arrestado en una piscina pública junto a un hombre blanco por tener contacto indebido. Tony, desde luego, acude en su rescate, mas no se escandaliza por la orientación sexual de su jefe. La soslaya; su raza ya no es un problema, ¿por qué lo sería entonces su homosexualidad? Alguien como el chófer, por lo menos, debería resistirse un poco ante esto en 1960. Este desarrollo es inverosímil, e incluso gratuito para indicar rápido, sin tantos escollos narrativos, que el blanco ha crecido.

Don Shirley es un personaje cuya complejidad no es explorada; si Tony no está ahí para verlo ser homosexual, nosotros tampoco. El guion le niega al músico la oportunidad de manifestarse en su soledad: sería demasiado material pesado para el público conservador al que Farrelly apunta.

La sugestión de sexo gay interracial es transgresora; es natural que hombres de razas distintas se acerquen, ya que si son discriminados por su sexualidad, entienden que el racismo es una estupidez. Y hay otros momentos subversivos de un potencial dramático sólido, como la decisión de contratar a un chófer blanco, mas nunca son desarrollados.

Las buenas intenciones son claras, pero el arco de los personajes no es del todo convincente. El poder de Green Book, pues, se reduce a las actuaciones de Ali y Mortensen. Están fantásticos en sus papeles, su química es extraordinaria, y son el tipo de personajes que los actores anhelan interpretar, por la calidad de los diálogos (a veces) y la transformación física y conductual que suponen. Ali y Mortensen están a la altura del desafío, haciendo del visionado una experiencia mucho más satisfactoria y consistente de lo que es. Muchos chistes son en gran parte efectivos, y hubo un par de escenas de genuina ternura que logran conmover, sobre todo en las escenas finales. Los actores elevan esta empresa por sobre la dirección genérica y dispersa de Farrelly, y es un placer verlos pelear, reconciliarse, disfrutar de su mutua compañía.

El diseño de producción es minucioso, y el auto es hermoso, el más memorable coche turquesa desde Thelma & Louise (1991). Los vestuarios tienen personalidad y garbo. Green Book funciona en sus elementos individuales, pero la suma de estos colapsa por el mensaje social que, pese a que quiera ser esperanzador, resulta muy contradictorio.

Etiquetas