Cultura y Espectáculos

Amistad

Por: Diario Concepción 09 de Diciembre 2017
Fotografía: Diario Concepción

Por Césa Valdebenito
Escritor local

Hace unos años pasé dos semanas en una playa de Miami. Al final de aquel viaje, mis finanzas se encontraban en un estado deplorable y no tenía un peso para volver a Chile. Se me ocurrió llamar a una amiga escritora. Me comuniqué por teléfono y luego de explicarle la situación agregué: “Míralo de este modo, es sólo un pequeño préstamo. Es menos del cinco por ciento de los derechos del libro que publicaste”.

En el libro me había dejado como un embustero, mentiroso y loco. Así que fue comprensible que me preguntara si hablaba en serio en eso de hacerle un préstamo. Le expliqué: “Por supuesto, muy en serio, además considero tu libro absolutamente maravilloso y sobrecogedor… En realidad, sólo te estoy pidiendo una pequeña cantidad que equivale a la nada misma de las ganancias que te dio. Ahora bien, yo no me apunto el menor crédito por ese logro, naturalmente se debe a tu gran talento y genio creativo, pero no deja de ser verdad que, en cierto modo, si yo no hubiera sido un amigo tan odioso, como me describes en esas páginas, si no hubiera sido así durante todos esos años, tú no habrías podido escribirlo. Por lo mismo, ¿no crees que, bajo ese punto de vista, tengo derecho a cierta consideración en las presentes circunstancias? Al fin y al cabo, le pagas a tu agente el veinte por ciento por haber hecho menos”. Tragué saliva. Dijo: “Buena flaco, sigues tan descarado como siempre. Esto se pone interesante, déjame pensarlo”. Y cortó.

Hacía calor pese al viento que agitaba la copa de las palmeras sobre mi cabeza. Sin embargo, éramos amigos y yo la estimaba, porque podíamos hablar de todo y con una honestidad increíble. En el fondo éramos muy parecidos, ella llevaba seis años escribiendo y tocando el piano y yo escuchaba a Mozart, ella había publicado su primer libro y yo llevaba varios. Ella había vivido en pensiones en su adolescencia y sus años de estudios universitarios, así que yo la pasaba a buscar a la pensión. Ella odiaba la hipocresía y yo la calmaba cuando se enfurecía.

Pasé unas horas en la playa y luego me fui a mi pieza. Angustiado esperé alguna noticia, en realidad no sabía qué esperar. Me dormí pensando que la vida me jugaba una travesura diabólica. Para mi sorpresa, al día siguiente, recibí un depósito bancario de mi amiga, compré un pasaje y regresé a Chile.

 

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