
Por: Francisco Bañados Placencia
contacto@diarioconcepcion.cl
Dicen que la vida imita el arte. En el caso del novelista Michel Houellebecq, lenfant terrible de la literatura francesa contemporánea, ese viejo adagio se torna lastimosamente cierto. Si en la década de los noventa, tras la caída de las ideologías, fue el primero en retratar de manera brillante la pérdida de sentido y el nihilismo burgués del europeo promedio con Ampliación del campo de batalla (1994) y Las partículas elementales (1998), en los 2000 extendió su pluma, cínica pero incisiva, a las grandes tensiones que afectan a su país y al viejo continente, entre ellos, el choque cultural con el mundo musulmán.
Si al lanzar Plataforma (2001), se atrevió a polemizar espetando que la religión "más idiota" y "peligrosa" es el Islam (dichos que le costaron un proceso judicial del que saldría absuelto), con Sumisión (2015) dio varios pasos más allá, con un ejercicio de una ficción plausible: la elección presidencial de Francia en 2022. Un proceso en eleccionario donde se enfrentan, en segunda vuelta, Mohammed Ben Abbes, carismático líder de un partido islamista moderado, y Marine Le Pen, la sempiterna candidata del Frente Nacional.
Apoyado por el voto de los socialistas y por el temor al triunfo de la abanderada de la ultraderecha, Ben Abbes se transforma en el primer presidente islámico de la historia de Francia.
Ante la mirada desencantada de François, un académico cuarentón, el país comienza lentamente a cambiar, transitando del miedo a una acomodaticia resignación (¿Vichy?). En la Sorbona, de hecho, ve cómo los profesores conversos son premiados con un radical aumento en sus salarios, y que incluso se les invita a la poligamia. Casi sin darse cuenta y sin mucho drama, Francia empieza a renunciar sus convicciones culturales más profundas.
La delgada línea
Pero volvamos a la realidad: poco antes del lanzamiento de la novela, un grupo fudamentalista perpetró aquel macabro atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo, que se alistaba a publicar una edición con la caricatura del autor de Sumisión en la portada. Once colaboradores murieron ese día, y Houellebecq pudo comprobar, una vez más, que la realidad puede ser tanto más terrible que la imaginación.
Tanto así que, esa misma mañana, uno de los personajes citados en su libro, Marine Le Pen, también tuvo oportunidad de comentar y -tal vez- sacar dividendos, a través de sus declaraciones a Radio France Info: "Lo que es interesante en ese libro, es que es un libro de ficción, pero de una ficción que podría convertirse en realidad. La manera como él describe el comportamiento de la UMP y del PS… Es justamente la derecha la que constata en un cierto número de municipalidades y departamentos, cómo manifiestamente el fundamentalismo islamista avanza con el acuerdo y la complicidad de la UMP y del PS".
El ejercicio de ficción de Houellebecq, para posiblemente su novela más floja hasta la fecha, se centró en un choque cultural con el Islam, pero bien pudo haber fantaseado también sobre las implicancias de una eventual llegada de Le Pen al poder. Un escenario violento para con la población francesa musulmana, asociado a deportaciones, muros, intolerancia y segregación. Un peligroso guiño a un pasado no tan lejano que a ningún francés le resulta grato recordar.
Este fin de semana, veremos si Francia decide dar nuevo material para que la vida imite al arte. Claro está, en un escenario distinto al de Sumisión, pero quizás no menos peligroso. Un triunfo de los fantasmas del pasado en las urnas podría verse como un escenario demasiado forzado para ser creíble, demasiado burdo para servir de material a un escritor de prestigio. Aunque a la luz de lo sucedido con Estados Unidos (Trump) e Inglaterra (Brexit), bien vale recordar la fórmula inversa: que el arte a veces también tiene que conformarse con la realidad, por desagradable que ésta sea.