
Se trata del reciente análisis dado a conocer por el Ministerio de Agricultura. En conjunto, el 94 % del territorio local presenta algún nivel de amenaza
Por Hugo Ramos Lagos
En un esfuerzo por caracterizar la vulnerabilidad del territorio nacional, el Ministerio de Agricultura presentó la actualización del Análisis Nacional de Amenaza y Riesgo por Incendios Forestales. La herramienta, anunciada junto a la Conaf, estandariza los niveles de amenaza y exposición, subrayando la urgencia de fortalecer la gestión territorial y la preparación ante emergencias climáticas.
En la instancia, el ministro Esteban Valenzuela, destacó que este instrumento permitirá tomar decisiones más informadas para prevenir y contener siniestros, especialmente en regiones como el Biobío, donde el impacto ha sido devastador en los últimos años. “El Mapa de Riesgo es crucial para focalizar esfuerzos y recursos”, afirmó el secretario de Estado.
Según el reporte detallado, la Región del Biobío se posicionó como una de las zonas con mayor nivel de riesgo en el país, tanto en términos de amenaza como de riesgo general.
Según el análisis nacional elaborado por Conaf, el 6,5 % de su territorio – 156.270 hectáreas— se encuentra en categoría de Amenaza Muy Alta. La proporción más elevada a nivel nacional.
Del total regional de 2.401.073 hectáreas, 507.763 (21,1 %) están clasificadas en Amenaza Alta, y 1.333.239 (55,5 %) en Amenaza Media. A esto se suman 262.237 (10,9 %) en Amenaza Baja y 141.565 (5,9 %) en categoría Nula, es decir, sin amenaza identificada. En conjunto, el 94,1 % del territorio regional presenta algún nivel de amenaza.
En cuanto a vulnerabilidad, el Biobío concentra 89.781 hectáreas (3,7 %) en categoría de Muy Alta, y 94.039 (3,9 %) en Alta. La mayor parte de su superficie —1.663.550 hectáreas (69,3 %)— está bajo vulnerabilidad Media, mientras que 412.138 (14,7 %) se sitúan en vulnerabilidad Baja. Ahora, solo 141.565 (5,9 %) están fuera del área evaluada en este componente.
La combinación de amenaza y vulnerabilidad ubica a la región entre las más críticas del país en el componente riesgo. En esta dimensión, 88.722 hectáreas (3,7 %) están clasificadas como tierra en “Riesgo Muy Alto”, 617.546 (25,7 %) en “Riesgo Alto” y 1.032.957 (43,0 %) en “Riesgo Medio”. A esto se suman 520.284 (21,7 %) en “Riesgo Bajo” y 141.565 (5,9 %) sin riesgo evaluado.
Otro aspecto relevante para el Biobío es que, debido a colindar con otras regiones con altos índices de riesgo y vulnerabilidad por incendios forestales, el análisis se complejiza.
En este ámbito, tan solo La Araucanía posee una distribución porcentual del componente de amenaza del 72,6 %, sumando las categorias medias, altas y muy altas. Mientras, en vulnerabilidad, la suma alcanza la cifra de 73,1 % en la vecina región.
En adición, el índice porcentual de amenaza muy alta en el Biobío (3,7 %) supera en casi dos puntos al promedio nacional, ya que este se encuentra en 1,9 %. Asimismo, la zona ostenta el tercer puesto en este ítem, solo por debajo de las regiones Metropolitana y Valparaíso (5,2 y 4,7 % respectivamente), situándose inmediatamente por debajo de esta, las regiones de La Araucanía (3,2 %) y el Ñuble (2,9 %), las cuales colindan con el Biobío.
Con estos datos, no solo queda claro que el Biobío forma parte del liderazgo en superficie expuesta de alto riesgo, sino que también presenta una de las distribuciones más concentradas del país, con más de 706.000 hectáreas bajo riesgo alto y muy alto.
Debido a la densidad del problema, las conclusiones del informe detallan una serie de consideraciones para la planificación preventiva específica, tomando en cuenta además que la región presenta altos niveles de interfaz urbano-rural, infraestructura crítica y cobertura vegetal inflamable; factores directos de vulnerabilidad territorial.
Por último, en palabras del director regional de Senapred en el Biobío, Alejandro Sandoval, el mapeo se limita a representar el escenario por zonas. “Esa es la realidad y con esa es la que tenemos que trabajar”, afirmó.
Para Sandoval, estas cifras “no son ni buenas ni malas”, sino que reflejan una realidad que debe asumirse “como punto de partida para la gestión del riesgo”.
A su juicio, planteó que el escenario de riesgo obedece a la configuración propia de la zona, marcada por extensas plantaciones forestales, matorrales y sectores densamente poblados. “Esto responde a factores estructurales, entre los cuales se presentan monocultivos, interfases urbano-rurales, uso del suelo y la forma en que la población interactúa con estos entornos”.
Consultado acerca de la desproporción entre el promedio nacional de las superficies amenazadas comparadas con el Biobío, Sandoval sostuvo que “la gestión del riesgo establecida por la ley 21.364 se aborda de acuerdo con la distribución de los territorios”. “O sea, las recomendaciones están, y se viene trabajando hace tiempo, por lo que este es un insumo extra para ejecutar planes de acción”, añadió.
Finalmente, a modo de explicación, declaró que “la amenaza es la probabilidad de ignición y virulencia; la vulnerabilidad, la fragilidad del territorio; juntas, definen el riesgo”.