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Luis Martínez del Campo: “La evaluación y las tareas deben dar cuenta de la realidad fuera del aula”

La Universidad de Concepción, a través del PACE, invitó al académico para conocer sobre la “evaluación auténtica, formativa y sostenible”. Aquí explica por qué otra forma de evaluar es posible.

Por: Diario Concepción 13 de Agosto 2019
Fotografía: Raphael Sierra P.

Gonzalo Henríquez

En el marco del seminario de  “Evaluación auténtica: otra forma de educación es posible”, realizado por el Programa de Acompañamiento y Acceso Efectivo de la Educación Superior, PACE, y la Universidad de Concepción, el doctor en Historia de la Universidad de Zaragoza, Luis Martínez del Campo, conversó con Diario Concepción acerca de los nuevos métodos de evaluación y cómo estos influyen en la vida de los estudiantes.

Docente de la Universidad de Cambridge y de Liverpool, en Inglaterra, fue además académico de la Universidad de Costa Rica e hizo una pasantía post doctoral en la Dirección de Docencia de la Universidad de Concepción. Hoy es profesor de la Universidad del País Vasco y de la Universidad Complutense de Madrid y se dedica a estudiar la historia de la educación, procesos de evaluación y relaciones internacionales.

¿Qué se entiende por educación auténtica y sostenible?

– Es precisamente intentar adaptar la evaluación a los nuevos cambios que ha habido en la instrucción. Se ha pasado a un modelo más centrado en el estudiante y lo que se enseña no es sólo transmitir datos, sino también busca el desarrollo de competencias para la vida, que te sirvan para después de que salgas de la escuela. La evaluación auténtica sirve para que el aprendizaje sea significativo en tanto nos ayude a desarrollarnos, a enfrentar problemas de la vida real fuera del aula. Lo que se promueve desde la evaluación auténtica es reproducir el contexto social y físico en el que se va a desarrollar esa enseñanza, esa evaluación, pero también esa tarea.

Y ¿cuál es la mayor dificultad para conseguir aquello?

– Hay algunos protocolos que intentan atender a la diversas en materia de evaluación, pero es uno de los retos que se afrontan hoy en día en el mundo. Hay un debate constante sobre cómo evaluar: ¿lo hago en base a la media del grupo? ¿desde un criterio estandarizado? ¿o lo hago respecto a la evolución del alumno? Los nuevos enfoques se están centrando en lo criterial, es decir a través de estándares para alcanzar ciertos objetivos, porque allí hay un punto de justicia. La evaluación debe ser continua y en distintos momentos, no sólo al final del aprendizaje. El enfoque de la evaluación sostenible es promover la autoevaluación. Que el alumno se haga responsable de su propio aprendizaje y que, a su vez, sea consciente de qué debe mejorar y qué está haciendo bien. Eso permite conocer qué habilidades tiene y en qué realmente destaca.

¿Esto implica más trabajo para el docente?

– Todos los cambios conllevan resistencias y son, hasta cierto punto, entendibles, porque implica adaptarse, pero no tiene por qué implicar más trabajo. Lo que sí es cierto es que implica más preparación, incorporar nuevas técnicas, nuevos instrumentos en clases. Por lo tanto, hay distintas técnicas que cada profesor sabrá cómo y cuándo ocupar. Pero además es necesario conocer a los alumnos, cuáles son los problemas que tienen, el contexto social en el que se mueven, por lo tanto, son actores importantes pues son los que deben dirigir sus enseñanzas de acuerdo a esos contextos y tomar aquello que les resulte más pertinente.

– ¿Qué opina sobre el acceso a la educación basado en el mérito?

– Personalmente no estoy de acuerdo, porque supone segregación de los estudiantes y crea una serie de centros de elite. Lo que hay que fomentar es una educación pública de calidad que sea uniforme. No puede haber centros con unos niveles de excelencia muy altos y otros muy bajos. Debe existir una compensación. Un estado no debiera promover eso. Otra cosa es que sí existan centros de experimentación docente para alcanzar nuevas innovaciones, pero no me gustan los modelos que no dan las mismas oportunidades a todos. A la larga genera desigualdad social y contribuye a aumentar más a la que ya existe. La escuela tiene ese componente de reproducción de las sociedades y también de las desigualdades, del capital cultural de ellas. Lo que yo veo más interesante es luchar contra eso y que la escuela sea un agente transformador, que si no elimina, al menos erosione las diferencias sociales y dé las mismas oportunidades a todos.

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