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Mujeres visionarias y su contribución en la historia de Concepción

Desde los inicios de la Independencia, cumplieron un rol fundamental en el desarrollo del país. En un mundo donde el machismo reinaba, con el pasar de los años, gracias a su ímpetu y tesón, son consideradas las verdaderas feministas, por su aporte tanto en la política, la docencia y la cultura regional.

Por: Mauro Álvarez 26 de Mayo 2019
Fotografía: Cedida

Concepción fue cuna de una pléyade de mujeres que se destacaron por su contribución en muchas áreas en un mundo que era totalmente machista, donde muchas sólo eran conocidas por el apellido del marido y no por su labor en la beneficencia, la docencia, la política y la cultura.

Penquistas de nacimiento o por adopción, son reconocidas por la sociedad de Concepción por ser un ejemplo e inspiración para las nuevas generaciones.

Mediante un trabajo mancomunado del Municipio penquista y la Corporación Social y Cultural de Concepción, Semco, hoy podemos profundizar más sobre su legado, gracias a la implementación de un circuito patrimonial, denominado “Mujeres con historia”, en el Cementerio General de Concepción, lugar donde descansan los restos de la mayoría de ellas, el cual busca visibilizar el rol protagónico que tuvieron en el desarrollo y construcción de la capital regional.

Sobre cómo se gestó la idea del circuito, la periodista e investigadora, Verona Loyola, comentó que esto se logró gracias a un trabajo colaborativo que llevó a cabo con el historiador Carlos León. “Lo que hicimos fue formar un trazado que consideró a 10 mujeres, destacando varios ámbitos y no solamente reducidas al papel que le otorgaba cierta época relegada al hogar, esposa de o a la figura paterna, sino que desde su propia contribución visionaria y, porque no decirlo, revolucionaria que realizaron desde sus propios escenarios”.

Líderes independentistas

Mujeres, a las que podríamos llamar como grandes referentes feministas, desde el periodo de la Independencia tuvieron un rol trascendental en la liberación de nuestro país del yugo español, entre las que destacan: María de las Nieves Urrutia y Manzano (1777- 1850) y Candelaria Soto San Martín (1801- 1875), quienes, desde su ímpetu y tesón, trabajaron codo a codo con los líderes independentistas.

Hija de José Francisco Urrutia y Mendiburu y María Luisa Fernández del Manzano y Guzmán y Peralta, María de las Nieves Urrutia y Manzano, pasó su niñez entre las haciendas de sus progenitores y una casa ubicada en la antigua calle Comercio, hoy Barros Arana, entre Caupolicán y Aníbal Pinto. A los 18 años contrajo matrimonio con el prócer Juan Martínez de Rozas (1758- 1813), destacándose por su labor altruista y social para con los pobres, siendo muy querida por la comunidad penquista de aquellos años.

Sobre su legado, Verona Loyola argumentó que fue una mujer que se enfrentó al poder, “fue el gran soporte de Martínez de Rozas, que para algunos historiadores es el verdadero presidente de la Primera Junta Nacional de Gobierno de 1810. Por lo que considero que María de las Nieves le proporcionó una amplia red de contactos, gracias a las conexiones familiares que ella tenía, por lo que podríamos decir que fue un pilar fundamental en el proceso de Independencia”.

En el caso de Candelaria Soto San Martín, su vida es digna de rebeldía y seguridad. Mujer patriota que cumplió un rol protagónico en el periodo de Reconquista, puesto que a los 17 años se enfrentó al militar español José Ordóñez (1789-1819), quien prendado de su belleza intentó secuestrarla.

Cuenta la leyenda, que él urdió un plan, que consistía en acusar a la familia de Candelaria de ocultar patriotas en sus tierras, ante la negativa de ella y su madre, dictaminó encerrarlas en la antigua fortaleza de Penco, específicamente en un subterráneo pantanoso, junto a peligrosos criminales. Tras 17 días de resistencia, logró junto a su madre, escapar gracias a la ayuda de los patriotas de la época.

“Si puedo catalogarla con una frase, podría decir ´valiente juventud´, ya que al negarse a los requerimientos amorosos del militar Ordoñez, la encarceló en la comuna de Penco, no logrando doblegarla, siendo lo más destacable de su persona, el pararse frente a frente y decir ¡no!”, destacó la investigadora Loyola.

Mujeres influyentes

Fue a comienzos del siglo XX, cuando surgieron nombres de destacadas influenciadoras que dedicaron gran parte de su vida, a ayudar a los más desvalidos a salir del círculo de la pobreza, en un Concepción marcado por las desigualdades sociales, tras el éxodo de la población rural a la capital regional.

“En esta época se acrecienta el nacimiento de cinturones de pobreza que contraen el estómago de las metrópolis de Chile, como también del mundo, trayendo consigo la muerte de miles de niños al año víctimas de la tuberculosis, uno de los grandes flagelos de comienzos del siglo”, estimó la escritora, María Angélica Blanco.

Una de ellas fue Leonor Mascayano Polanco (1851 -1944), hija de Ramón Mascayano y Leonor Polanco, quien, sin ser penquista de origen, dejó en la ciudad un legado por su nobleza de alma.

Se caso tres veces en su vida, primero con José Santos Cifuentes, en agosto de 1874 y luego con José Agustín Vargas Novoa, quien fue intendente de Concepción entre 1888 y 1890. Una vez viuda, se casó con el médico Pedro Villa Novoa, activo integrante del Comité Pro-Universidad y Pro- Hospital Clínico penquista, siendo una visionaria en una época donde la mujer estaba confinada al hogar, rompió barreras, destacando por ser promotora y forjadora de dos grandes iniciativas en favor de los más pequeños: la Sociedad Protectora de la Infancia y el Hospital de Niños de Concepción.

“Ella fue una gran mujer, hizo labores muy benéficas, gracias al apoyo de sus maridos, muy adelantada para la época, sobre todo, porque su padre era un hijo fuera del matrimonio, lo que era muy castigado en ese tiempo, logrando destacar, dejando atrás los prejuicios de la gente, porque su ímpetu era muy progresista”, comentó Carmen Pinochet, ex directora de la Biblioteca Municipal de Concepción y actual directora de la Sociedad de Historia de Concepción.

En enero de 1944 falleció en Santiago a la edad de 93 años, “ sus restos fueron traídos en ferrocarril a Concepción y la gente se volcó en las calles para recibir el féretro, fue recibida por el Presidente de esos años, Juan Antonio Ríos, quien se encontraba en la ciudad por aquellos días, quien describió su muerte como una gran pérdida para la sociedad”, agregó María Angélica Blanco.

Otra de las mujeres visionarias, que contribuyó desde la Educación fue Amelia Mella de Soto (1893-1942), quien fuera una destacada docente, desempeñándose como directora del Liceo de Niñas de Concepción, durante los años 1918 y 1929.

“Ella se esmeró por lograr que los certificados de este liceo fueran válidos para que las alumnas aventajadas pudieran optar a la educación superior, principalmente a la UdeC, estableciendo un vínculo igualitario a los colegios de renombre de la zona, a su vez, ayudó a que estudiantes de otras comunas pudieran acceder al liceo, algo que hoy puede parecer muy natural en esa época era algo impensado, ya que estaban destinadas a realizar oficios, como la costura, por ejemplo, o simplemente a casarse”, indicó Verona Loyola.

Entre otras de las labores que realizó bajo su dirección, “destaca la creación de la Cruz Roja Juvenil, La Liga de Madrecitas y la Brigada de Muchachas Scout”, acotó Loyola.

Dentro de esta ola de progresistas, Beatriz Coddou Geerdts (1916-1997), nacida en el seno de una familia de renombre de la ciudad de Penco, estudió en el Liceo de Niñas, gracias al camino cementado por Amelia Mella. Ingresó a la Universidad de Concepción, donde estudió Inglés, logrando ser contratada como docente en el año 1938, “todo un hito para la sociedad de la década del 30. Viajó en dos oportunidades a Estados Unidos, donde se especializó en psicología, logrando ser la directora del Departamento de Psicología UdeC, dignificando el rol femenino en las aulas de la Universidad”, comentó Verona Loyola, quien añadió que “dentro de su legado, a su vez, se encuentra el haber sido la fundadora del Instituto Chileno Norteamericano de Cultura en 1942 y las Damas Universitarias en 1945”, casa que recibió a estudiantes provenientes de otras localidades de Chile.

Políticas penquistas

Inés Enríquez Frödden (1913-1998), hija de Marco Enríquez y Rosalba Frödden, realizó sus primeros estudios en el College de Concepción, para luego ingresar a Derecho en la UdeC.

Fue miembro del Partido Radical desde 1935, junto a Corina Vargas y Amanda Labarca, creó instituciones como la Asociación de Mujeres Universitarias, el Centro Femenino Radical y las Mujeres Radicales.

En 1950 fue nombrada intendente de la Provincia de Concepción, bajo el gobierno de Gabriel González Videla, siendo también la primera diputada de la historia de Chile, cargo que mantuvo por cuatro periodos entre 1951 y 1969, como representante de Concepción, Valdivia, La Unión y Río Bueno.
Su gestión estuvo marcada por la presentación de varias leyes, dentro de ellas destacan de divorcio, pago de asignaciones familiares y en protección de la infancia.

Ines Enríquez desarrolló una vasta labor en pro de los derechos de la mujer, su nombramiento como intendente marcó un hito, si bien su cargo lo ostentó por pocos meses, marcó otro más, al ser la primera diputada de Chile, ocupando un puesto en el parlamento, donde entre otras iniciativas, abogó por la obtención de subvenciones estatales a diversas instituciones femeninas de carácter social, como también en el sistema previsional de las mujeres”, contó la escritora Blanco.

Desde la alcaldía de Concepción, no podemos olvidar la gestión de Ester Roa Rebolledo (1919-2010), la primera alcaldesa penquista, quien asumió su cargo por dos periodos, entre 1956 y 1963. Dentro de sus obras más significativas se encuentra la erradicación de las viviendas de emergencia que se establecieron en el Parque Ecuador, después del terremoto de 1960, recuperando el principal pulmón verde de la ciudad.

En sus periodos se comenzó a edificar el Estadio Regional, que hoy lleva su nombre, algo muy anhelado por la sociedad penquista de la época.

“Ella se destacó por sí misma, por su preocupación por la parte estética de la ciudad, como también por el deporte, razón por la cual el estadio hoy lleva su nombre, gestión que llevamos a cabo junto a Armando Cartes y el municipio de la ciudad, básicamente, porque fue obra de ella”, detalló Carmen Pinochet.

La santa de los pobres

En el año 1910, en el Centenario de la Independencia de Chile, una humilde mujer perdió la vida a manos de dos hombres, uno de ellos su pareja, quienes sin ningún pudor la degollaron y lanzaron amarrada dentro de un saco a las gélidas aguas de la laguna Redonda, presente en lo que hoy es la población Lorenzo Arenas.

Petronila Neira (1881-1910), se llamaba aquella mujer quien cansada de los malos tratos que recibía de Arturo Retamal, escapó a Concepción desde Coronel, con el fin de encontrar una nueva vida, dejando este mundo con sólo 29 años, a manos de Arturo y del amigo de este, Pedro Carrillo.

La conmoción que causó en la población su trágico final, lleva a que, hasta el día de hoy, penquistas acudan a su tumba prendiéndole velas, placas de agradecimiento y flores, por los favores concedidos, transformándola en un ícono de veneración popular, la “Santa de los Pobres”.

Su alto valor patrimonial, alcanzado con el pasar de los años, llevó hace unas semanas a que la Corporación Semco y el Municipio penquista impulsaron la idea de declarar Monumento Histórico Nacional, la animita en su honor, presente en el Cementerio General de Concepción.

El cual será presentado al Consejo de Monumentos Nacionales, con un dossier y cartas de apoyo que respaldan el interés, exponiendo información sobre el valor histórico y arquitectónico de este espacio funerario, además del compromiso de seguir preservándolo.

“Con esto, lo que se busca es poder (lo que ella no logró en vida) destacar la trascendencia de su muerte, porque es la gente humilde quien se identifica con ella, quienes muchos se sienten indefensos frente a una sociedad donde el poder masculino subyuga el papel de la mujer, sobre todo, en una época donde la violencia hacia la mujer era normal, reivindicando su figura, como quizás ella lo espero en vida”, concluyó Verona Loyola.

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