
En este territorio de Coronel hay al menos 152 especies, unas sólo se registran allí o sus poblaciones están entre las más significativas a nivel local. Un proyecto financiado por la organización internacional Manomet busca promover la observación de avifauna como herramienta de conocimiento y conservación, y como actividad turística sustentable que tiene gran e inexplorado potencial como motor de desarrollo local.
Desconexión: un concepto describe la situación de la Isla Santa María para bien y mal.
Pertenece a Coronel, pero está a unas decenas de kilómetros en el Pacífico que separa del continente. En sus paisajes con gran vegetación, humedales, acantilados y playas de arenas que habitaron los mapuche antes de la colonización española, viven cerca de 2.200 personas, sin carreteras, sin el enorme tráfico vehicular ni menos las industrias y contaminación de las ciudades, sólo pesca artesanal y agricultura de subsistencia.
Así, con la desconexión y sin presión de la actividad humana ha prosperado la naturaleza que brinda ecosistemas que son refugio vital para gran diversidad de aves y otras especies. Aunque la desconexión al continente afecta el bienestar social, muchas veces los problemas de conectividad generan desabastecimiento o impactos en la atención en salud o económicos. Y si bien hay un nicho de actividad turística incipiente en torno al patrimonio natural e histórico, pocos lo conocen y valoran.
“Birdwatching, ciencia ciudadana y conservación integradas para conocer la ecología de las aves playeras neotropicales: el caso de la Isla Santa María, Coronel, Chile” es una iniciativa que busca reconocer y proteger las cualidades vitales para la avifauna y diversas formas de vida que habitan, a la vez de impulsar un motor de desarrollo local sustentable.
Un proyecto que lidera el médico veterinario formado en la Universidad de Concepción y director de la ONG Ecohumano Felipe González, para promover la observación de aves (birdwatching) como herramienta tanto para conocer y preservar especies, como para activar el aviturismo para ampliar la oferta de la isla que atraiga más visitantes e ingresos económicos para mejorar condiciones de vida de lugareños. Y una gran meta es lograr la designación de sitio de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras.
“Hay gente que no sabe que existe esta isla. La idea es poner en valor su biodiversidad, su geografía, su cultura”, enfatiza el investigador.
El proyecto
Un año de ejecución que inició en enero de 2025 tiene la iniciativa que financia la organización internacional Manomet que fortalece la ciencia y colaboración para cuidar las rutas de aves migratorias y ecosistemas costeros en el hemisferio occidental.
González expone que “según conteos oficiales se ronda las 152 especies de aves que también incluye las especies pelágicas que se pueden avistar en el camino hacia la isla”. En esta diversidad se incluye aves residentes y sobre todo migratorias, grupo al que este 10 de mayo se dedica un día mundial.
Aunque, por el valor especial del ecosistema y lo significativo de sus poblaciones, el proyecto tiene especies objetivo: Pilpilén común, Chorlo de Campo, Chorlo de Collar y Chorlo Nevado.
A través de dos grandes acciones se busca ir hacia las metas.
La primera fue formar observadores locales de aves y potencialmente futuros guías. La capacitación estuvo a cargo de la cofundadora de Chile Birds Katherine Sanhueza, se desarrolló en enero y febrero, y culminó con 9 observadores aprobados.
“Como segunda etapa, junto a observadores formados y voluntarios, se inició un monitoreo mensual para todo el año tanto de las especies importantes para el proyecto, como de toda la diversidad de aves en la isla”, cuenta González.
Esto busca generar un registro sólido de especies y poblaciones. Cada mes el equipo viaja a la isla y se reúne con colaboradores locales para realizar conteos, y captura y anillamiento de ejemplares.
Felipe González
La convicción del equipo, que se enfocan en comprobar en terreno, es que Isla Santa María tiene un valor ecológico que se debe conocer y proteger.
El líder del proyecto, Felipe González, releva que “nuestra hipótesis es que la isla puede funcionar como parada de aves en su migración desde Norteamérica a la costa de Chile en verano, y puede ser una zona importante de refugio en el invierno para especies que se reproducen en el continente durante el verano”.
Un refugio único para algunas especies. “Es el caso del Chorlo de Campo, que presumiblemente se reproducen en Tierra del Fuego en verano y vienen a descansar a la isla en época no reproductiva. Hay ecosistemas muy parecidos y afines a ésta y otras especies en el continente, pero que no cuentan con registros. Nuestra teoría es que en la isla hay menos gente y menos presión antrópica que en el continente, como los humedales Tubul-Raqui y Rocuant-Andalién que tienen mucha presión y provoca que estas especies quieran ir a un lugar más tranquilo”, profundiza.
Esta riqueza ecológica invaluable, contrastante con la vulnerabilidad social, la vio por primera vez en 2021, cuando junto a un colega tuvo el primero de ahora numerosos viajes a la isla y comenzó a gestarse entonces la idea que hoy es un proyecto.
“Nos dimos cuenta que la isla albergaba una biodiversidad de aves súper rica, de hecho logramos un registro de una especie que no se sabía que estaba ahí. Pero, también sufre de abandono administrativo importante, instalaciones de educación y salud son bastante precarias, no hay pistas de cemento”, relata González.
La oportunidad de beneficiar tanto a biodiversidad como comunidad surgió con el Programa de Pequeños Fondos que lanzó Manomet en 2023 para financiar acciones de conservación y/o investigación de aves playeras del neotrópico, con énfasis en sitios de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP) o que podrían calificar para el estatus como Isla Santa María, que se era lograr en la propuesta adjudicada en 2024 para ejecutarse entre 2025 y 2026.
“Hemos detectado que en la isla se supera el 1% de la población biogeográfica para Pilpilén Común y Chorlo de Collar. Y estamos en proceso para generar la tramitación para que la isla o al menos una porción se declare sitio RHRAP, un paso súper importante porque sería el onceavo en Chile y el segundo en la Región”. El otro es Playa Isla de los Reyes Rocuant.
El investigador manifiesta que la apuesta es que, cuando el proyecto cierre, se promuevan otros fondos e iniciativas para seguir el trabajo de conservación en la isla con su patrimonio.
Felipe González
El aviturismo es una actividad económica sustentable, puede aportar al desarrollo local y conservar la biodiversidad, y genera cada vez más interés, asegura Katherine Sanhueza, cofundadora de Chile Birds y representante en el proyecto en Isla Santa María.
“La Isla Santa María es poco conocida y tiene mucho potencial. Es un paraíso de las aves y nos encontramos especies súper difíciles de ver en el continente”, sostiene la técnica en turismo diplomada en manejo y conservación de fauna silvestre, y guía naturalista de aviturismo. Además, de ser un lugar lleno de historia y patrimonio arqueológico y cultural, donde observar aves se enmarca en un turismo de naturaleza y experiencias pujante.
Actividades que, afirma, generan un círculo socioecológico virtuoso. Primero, este tipo de turista valora la naturaleza y busca lugares protegidos y bien preservados para hallar aves o lo que buscan. Entonces, lugareños deben cuidar su territorio para mantener su potencial y actividades. “Y se va aumentando la cadena de valor: el turista va a buscar aves, pero también a contactar a quien tiene cabaña para alojar, un restaurant, transporte”, releva.
Y va en crecimiento. En 2019 la ONG Audubon realizó el primer análisis del mercado del aviturismo que se reconoció como el nicho del turismo de naturaleza con las mayores tasas de crecimiento en Chile. Y la experiencia de la guía local lo confirma: “he notado cómo los últimos 7 años ha aumentado el interés en participar, de partir por querer saber el nombre de una especie hasta comprar una cámara para tomar una foto y después planificar vacaciones en base a querer conocer nuevas especies”.
También es especializado, con demandas específicas, y requiere una comunidad que conozca las especies que hay, sepa cómo y dónde identificarlas, conocimientos que buscó capacitar a lugareños, pensando en el incentivo a nuevos emprendimientos en el nicho o añadir valor a otros servicios como alojamiento y gastronómico.
“La Isla Santa María es un lugar maravilloso que ojalá la gente se motive a descubrirla, a ir a ver sus aves y a vivir la experiencia con los guías locales”, cierra.