Ciencia y Sociedad

Día de la Condolencia y el Adiós: significar el duelo en tiempos de Covid-19

Hoy se conmemora a través de un memorial auditivo en homenaje a los miles que han muerto en Chile en la pandemia que ha alterado la vivencia de los necesarios ritos fúnebres. Por eso, se requieren nuevas representaciones y eso busca ser este ritual colectivo.

Por: Natalia Quiero 05 de Septiembre 2021
Fotografía: cedida

“Que el dolor no nos sea indiferente” es el lema con el que hoy se conmemorará el Día de la Condolencia y el Adiós para honrar a quienes han fallecido en el país durante la pandemia de Covid-19; abuelos, padres, hijos, tíos, parejas, sobrinos y amigos que no han sido despedidos como sus seres queridos desearían en estos casi 18 meses marcados por el aislamiento y distanciamiento físico. Es promovido por la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi) y apoyada por entidades como el Colegio Médico, universidades, sociedades de especialistas, fundaciones y municipios.

Será un memorial auditivo, en el que los deudos han grabado mensajes que saldrán al aire desde las 20.00 horas en diversas emisoras radiales y tras el final, a las 21:00 horas, se invita a la ciudadanía a salir a jardines o balcones y enciendan una vela o linterna para iluminar como homenaje a quienes han perdido la vida. Este ritual comunitario busca recuperar, colectivamente, la humanidad ante la muerte.

Papel de los ritos

Y es que el contexto sanitario ha alterado drásticamente la vivencia de los ritos fúnebres tradicionales y, sobre todo, necesarios para los procesos psicológicos y emocionales asociados al duelo por la pérdida de un ser amado, resalta la doctora en Psicología Paulina Rincón, académica del Departamento de Psicología y directora del Programa Día a Día de la Universidad de Concepción (UdeC).

En Chile, la Covid-19 ha cobrado la vida de más de 37 mil personas y miles más han fallecido por otras causas: en un año sin esta patología los decesos bordeaban los 106 mil anuales (Instituto Nacional de Estadísticas). Por la emergencia sanitaria se han restringido las visitas a residencias de ancianos y centros hospitalarios, por lo que muchas personas no han podido acompañar a sus seres queridos en sus últimos días, sólo comunicarse por llamadas de video o telefónicas. Además, las cuarentenas (preventivas u obligatorias) junto con los aforos reducidos y distanciamiento han implicado que a los funerales muchos no puedan asistir o no se vivan como solían ser. “La ausencia de estos ritos puede complicar el proceso de duelo, hacer que sea más difícil de aceptar la pérdida, aumentar sentimientos de culpa -que aparecen muchas veces ante la muerte de seres queridos- y dificultar la readaptación a la nueva situación de vida”, afirma la psicóloga.

La siempre terrible vivencia de la muerte de un ser querido ha sido más compleja durante la pandemia, ya que más allá de creencias religiosas o aspectos espirituales y culturales, la muerte de alguien importante marca un hito crítico en su entorno que debe aceptar vivir sin esta y lo ritual cumple un papel clave. “Los ritos son muy importantes en la vida de todos, porque nos permiten hacer transiciones y ante la muerte es transitar de la vida con una persona a una sin su presencia física”, sostiene Felipe García, doctor en Psicología, codirector general del Centro de Estudios Sistémicos Cesist Chile y director del Doctorado de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UdeC.

Nuevas representaciones

Los ritos fúnebres tradicionalmente significativos en nuestra sociedad son velorio, exequias (ceremonias religiosas) y sepelio (entierro). Estas instancias, destaca, permiten despedirse del cuerpo, recibir consuelo de quienes asisten y honrar al ser amado con algún discurso, una canción y hasta un baile importante. “También permiten que aparezcan las creencias compartidas, espirituales o religiosas, que muestran cómo seguir relacionándonos con nuestros seres queridos, por ejemplo, a través de la oración según las religiones”, explica. Puede haber ritos familiares o personales como cenas en homenaje, sembrar un árbol en un sitio significativo o construir un memorial, que han cobrado más relevancia en el contexto actual, junto con videollamadas en los funerales para acortar la distancia física con cercanía virtual.

De hecho, por lo expuesto, los doctores Rincón y García relevan la importancia de buscar esas nuevas representaciones simbólicas para significar el duelo en tiempos de Covid-19 (o de limitaciones) y ayudar a evitar que la falta de ritos normalmente esperados complejicen el curso de los procesos que se viven tras la siempre dolorosa muerte de un ser amado.

 

Falta de ritos fúnebres y la presión social afectan cómo se vive el duelo

Los ritos fúnebres marcan un hito inicial en el tránsito del duelo, que se vive de manera tan personal como los vínculos con quien ha partido o las creencias, pero que todo deudo vive. El duelo es un proceso psicológico normal tras una pérdida significativa y definitiva. Por eso, se asocia a la muerte ya la ruptura de una relación de pareja, pérdida de un empleo que asociamos como parte de nuestra identidad, el exilio y pérdida de contacto con nuestras costumbres o la pérdida de una parte de nuestro cuerpo por enfermedad o accidente, entre otras”, detalla la doctora Paulina Rincón. Y resalta que tiene el propósito vital de permitir elaborar la pérdida, lo que implica aceptar la nueva realidad, reorganizarse y definir formas de seguir la vida con la nueva situación y resignificar la relación que se tenía con la persona fallecida.

Perder a un ser amado siempre causa dolor, por lo que tristeza, desesperación o rabia son emociones que predominan, sobre todo en primeras fases y muchas veces afectan actividades habituales como trabajar, estudiar o relacionarse con otros, pero se espera que en el avance del duelo vayan menguando y abriendo espacio a otras sensaciones como tranquilidad y alegría más intensa o frecuentemente, retomar la normalidad o disfrutar nuevos intereses, iniciar otra relación o formar una nueva familia, explica el doctor Felipe García. Y enfatiza que no significa olvidar a la persona fallecida o que el dolor termine: puede no desaparecer, pero se aprende a vivir con este.

Duelos complicados

No hay un parámetro exacto de cómo deben ser o hacerse los duelos por la muerte de alguien amado, cuánto debe doler el dolor o qué tiempo tarda su evolución, todo es personal, sobre lo que la doctora Rincón plantea que “autores hablan de 6 meses como mínimo y otros hasta un año” y que “depende de la situación vivida y los recursos personales de quien viva el proceso”.

Pero, hay duelos que se complican, en tiempo o intensidad de las emociones e impacto en la calidad de vida, o que no terminan por resolverse. “Se sabe que pérdidas inesperadas y contraintuitivas -por ejemplo, la pérdida de un hijo va contra lo que se espera que suceda- suelen dar paso a un duelo complicado. También, suelen conducir a estos las pérdidas en que no hemos podido despedirnos de nuestro ser querido o hacer un rito de despedida como personas fallecidas en pandemia con la que no pudimos tener contacto o detenidos desaparecidos en dictadura”, sostiene.

La complicación se puede asociar a emociones muy desbordantes e invalidantes por periodos largos o que afloren regularmente, incluso tras varios años, pudiendo afectar los deseos de comer, la conciliación del sueño o interferir en el normal desenvolvimiento, advierte el doctor García. Es decir, no permiten avanzar para retomar la vida. Dichas manifestaciones hacen que haya profesionales que hablen de duelo patológico, pero no cree válido patologizar al duelo al ser un proceso natural como las emociones y afirma que “un duelo complicado se puede asociar o dar origen a condiciones patológicas como trastorno de ansiedad, depresivo o consumo problemático de sustancias nocivas y adicciones”.

Impacto contemporáneo

Así como los ritos fúnebres que son importantes por la contención de otros y que la ausencia de estos puede llevar a un duelo complicado demuestran el rol del factor social en el proceso, para el psicólogo también afectan las características y ajetreado ritmo de vida de la sociedad contemporánea, con o sin pandemia, pues advierte que “hay gran presión para que las personas se apuren en superar su duelo y reintegrarse a trabajar y producir”. También puede limitar el tiempo necesario para el duelo tener la responsabilidad exclusiva de la crianza o del hogar, por ejemplo.

También cree que, ante la muerte y variopinto de situaciones complejas, para muchos es mal visto o incómodo que otros expresen sufrimiento, se ve como signo de debilidad y lejos del ideal social de felicidad permanente, por lo que muchas personas evitan expresarse e ignoran su dolor. Y en los fallecimientos lo reafirman frases cliché como “debes estar feliz porque está en un lugar mejor” o “no llores porque no le dejarás descansar”.

Pero, recalca que si no se vive el duelo no se elabora la pérdida, habrá uno complicado, y que las emociones requieren ser expresadas y suprimirlas, contener el dolor, repercute al transformarse en angustia y estrés que genera mucho malestar y puede manifestarse físicamente (somatizar).

Expresarse y acompañar

Cómo evitar complicaciones ante procesos de naturaleza compleja como el duelo parece claro.

Felipe García enfatiza que es importante que las personas no omitan su sentir ni aceleren sus procesos y que los entornos den el tiempo y apoyo que necesitan, preguntando o demostrando apertura para acompañar, escuchar y consolar. También hay que sacar del imaginario colectivo que hay emociones negativas y positivas: todas son emociones naturales.

Y si se siente que las emociones están siendo muy desbordantes es relevante buscar apoyo en el entorno y si no hay redes sociales de contención o no es suficiente dice que una buena opción es con un profesional, aclarando que no debe verse como sinónimo de psicoterapia y fármacos, sino como un espacio que oriente, entregue herramientas y fortalezca los recursos personales para facilitar los procesos.

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