Ciencia y Sociedad

Efectos sociales de la crisis sanitaria complejizan la lucha contra la pobreza

En el día internacional para la erradicación de la problemática, relevan que las medidas de restricción de movimiento y confinamiento han tenido un severo impacto económico, afectando en el empleo e ingresos, lo que ha llevado a que algunos avances vayan en reversa y se estén agudizando difíciles situaciones.

Por: Natalia Quiero 17 de Octubre 2020
Fotografía: Fundación Superación de la Pobreza

Desarrollo económico y tecnológico son conceptos que han marcado las últimas décadas. Y en el siglo XXI, en la Era Digital, los avances se han dado de manera vertiginosa y, de la mano de las nuevas tecnologías e Internet, parece que todos pueden tener lo que quieren haciendo un clic.

Ojalá fuera así, pero no. Ni progreso ni oportunidades son equitativos y en el mundo aún millones de personas viven en extrema pobreza. Luchar contra esta realidad es el objetivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que se celebra cada 17 de octubre, y es una de las principales metas de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que deben alcanzarse a 2030. Ambas acciones han sido promovidas por la Organización de Naciones Unidas para impulsar esfuerzos globales que conduzcan al gran propósito.

Y con un ímpetu redoblado en este pandémico 2020, porque la emergencia de la Covid-19 ha tenido como efectos colaterales no sólo una crisis sanitaria, sino también una económica y social, y muchos avances en la lucha contra la pobreza han ido en reversa. En Chile es un hecho.

Visibilización y agudización

Cristian Riquelme, director regional Bío Bío de la Fundación Superación de la Pobreza y su Programa Servicio País, cuenta que ambas instancias nacieron hace 25 años y desde que comenzaron a trabajar, principalmente en terreno junto a las comunidades y haciendo estudios, afirma que “hemos podido observar una baja sustantiva en los indicadores que se exhibían en los años ‘90 en Chile, que bordeaba el 40% de pobreza por ingreso en el país”. En 2017 este indicador era cercano al 9%, según la Encuesta Casen.

No obstante, la pobreza no sólo se expresa en lo económico, asunto que antes fue el principal indicador, sino “es un fenómeno multidimensional y tiene que ver también con manifestaciones vinculadas a la vivienda, a la salud, a la educación”, resalta. Los mismos que define como los desafíos nacionales en materia de superación de la pobreza, porque la Casen 2017 reveló que 20,7% de la población vive en situación de pobreza multidimensional.

La preocupación es que dada la crisis económica que ha derivado en pérdida de empleo y/o ingresos se agudicen las problemáticas que afectan a quienes viven en condiciones de mayor vulnerabilidad y se traducen en impactos en las múltiples dimensiones, “y hay datos que hablan de que la pobreza en Chile va a retroceder al menos 15 años en términos de indicadores”, advierte.

El punto de inflexión es comprender que la cesantía, la necesidad de levantar ollas comunes, los problemas de acceso a vivienda o a educación, que hoy parecen impactar más en cifras, lamentablemente, no son nuevos, sino que se han visibilizado más, sobre todo a través de los medios de comunicación, enfatiza Freddy Venegas, coordinador técnico de Catim y director del Programa Viviendas con Apoyo. “La crisis sociosanitaria ha develado lo que vemos a diario quienes trabajamos en temáticas de pobreza y vulnerabilidad, pero que muchas veces la sociedad no logra reconocer”, asevera.

Resalta que la desigualdad de Chile, muy latente en la Región del Bío Bío, es reconocida por la Ocde y el índice Gini la mantiene casi invariable desde 2006. Ésta, asegura, “ha colaborado en invisibilizar situaciones de gravedad que, pese a la disminución en índices de pobreza desde 1990 a la actualidad, se mantienen. Para quienes nos desempeñamos desde la sociedad civil, como Catim en el mundo de las ONG, las personas en situación de pobreza y pobreza extrema son un perfil de atención permanente. Pero las formas de segregación social y residencial han alejado a la periferia a las familias vulnerables, alejándolas de donde se concentran los servicios y el empleo, por tanto, deben subsistir desde la precariedad y con estrategias de subsistencia de las más variadas formas”.

Escuchar y estar con las comunidades es clave para enfrentar los retos

La latencia de las problemáticas vinculadas a las manifestaciones de la pobreza multidimensional y la proyección de su agudización tras la crisis sanitaria de la Covid-19 hacen vislumbrar importantes desafíos futuros, en tanto la situación se extienda, pero las necesidades estaban antes y están hoy. Por tanto, su abordaje no puede esperar.
Está permitido adaptarse y prohibido suspender es la convicción que ha movilizado este 2020 a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan hace años, en distintos frentes y territorios, apoyando a personas en situación de vulnerabilidad y pobreza. Saben que les necesitan. Y tal vez en esta contingencia más que nunca.

Freddy Venegas, coordinador técnico de la Corporación Catim, detalla que trabaja en las tres provincias de la Región del Bío Bío, ejecutando 20 programas gracias a la colaboración de Sename y el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, en la línea de infancia y juventud (reparación del daño a víctimas de maltrato y abuso, y promoción del buen trato), y con personas en situación de calle, respectivamente.

Si bien las medidas de restricción de movilidad, cuarentenas y cordones sanitarios han repercutido en el rol activo y presencial, valora el enorme compromiso de los profesionales que se han esforzado por adaptarse y hacer todo lo posible por continuar con el apoyo, porque saben que no pueden dejarles solos, que deben estar ahí. “Nuestro perfil de atención son familias en condiciones precarias y vulnerables, que justamente requieren el apoyo y, muchas veces, son nuestros equipos profesionales el único apoyo que tienen”, enfatiza.

Es en este sentido que Cristian Riquelme, director regional de la Fundación Superación de la Pobreza, donde las intervenciones sociales que realizan siempre han sido en el territorio y movilizadas por la promoción del desarrollo local inclusivo como motor de superación de la pobreza, reconoce que al comienzo de la pandemia llegaron (y quizá lo experimentaron muchas organizaciones) a sentir que la forma en que acostumbraban a trabajar era incompatible con la situación sanitaria. Pero, así como entienden que la pobreza se expresa de múltiples formas y que, por ende, tiene múltiples causas, también comprenden que las posibilidades de seguir trabajando, impulsando el desarrollo e inclusión, eran muchas; igual que las necesidades.

“Uno de nuestros programas emblemáticos es Servicio País, que convoca a profesionales jóvenes de todas las áreas que se trasladan durante un año a trabajar en comunidades rurales, apartadas o con altos problemas de pobreza y exclusión social”, comenta. Un trabajo de espíritu presencial que ajustaron para que no se discontinuara, sobre lo que afirma que “hemos tomado todos los resguardos y hoy estamos trabajando en 9 comunas de la Región, con 25 profesionales desplegados en distintos territorios y trabajando junto a los municipios, en esenciales labores como prestar ayuda humanitaria o formulación de proyectos, por ejemplo”, detalla.

Tejido social

Es por la experiencia actual y por los años que llevan, que en las organizaciones reconocen que es desde las propias comunidades que surgen muchas de las iniciativas de apoyo y beneficio, como las ollas comunes y comedores solidarios. Situación por la que Cristian Riquelme plantea que uno de los principales objetivos y aportes de entidades como ellos es abocarse en contribuir con esas iniciativas, a fortalecer ese tejido social que se genera en los territorios y que les empodera para continuar avanzando.

Y, por lo mismo, es un convencido de que conocerlos y escucharlos es una de las claves en materia de lucha contra la pobreza, principalmente en el contexto actual, porque son las comunidades las que saben cuáles son sus necesidades. Por ello, manifiesta, “Estado, municipios, organizaciones de la sociedad civil, todos los actores posibles, tenemos que estar dispuestos a oír y comprender los requerimientos o desafíos que las comunidades están expresando y enfrentando para entregar soluciones reales y oportunas”. Ahí el gran reto, hoy y siempre: “estar a la altura de las demandas sociales que nos están expresando las propias comunidades en sus territorios. Comunidades que son las que van a sufrir (y sufren) de manera más aguda e intensa los coletazos de esta pandemia”, recalca.

Esto implica mirar los fenómenos a escala local y humana para promover un desarrollo local desde lo humano, donde el círculo virtuoso comienza con valorar el rol que tienen las propias comunidades y organizaciones sociales para dar respuesta a sus requerimientos, identificando qué están haciendo y qué necesitan para encauzar los esfuerzos.

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