
Señora Directora:
Con carácter exclusivo, el materialismo y la enemistad tienen intereses egoístas, que nos repelen y nos impiden fraternizarnos. El odio sí que tiene patria vengativa; no obstante, el amor verdadero, todo lo universaliza con el lenguaje de la voluntad. A los moradores de este planeta, precisamente, lo que nos falta es ese reencuentro con nosotros mismos, para descubrir los valores comunes compartidos por toda la humanidad. Ojalá que este año, en el que celebramos por segunda vez, el Día Internacional de la Fraternidad Humana bajo el contexto de la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, nos ayude a cultivar la cercanía de latidos y acciones, en ese camino hacia el futuro, que todos nos merecemos llevar a buen término, con la quietud precisa y la preciosa comprensión mutua.
A mi juicio, es fundamental despojarse de lo mundano y tomar una mayor conciencia de aquello que nos transciende. Esto implica la aceptación y el respeto hacia las diversas culturas y cultos, lo que requiere avivar los vínculos del afecto hacia el análogo, sin activar las fronteras ni los frentes. También nos demanda, sin duda, ser más corazón que cuerpo. Porque una siembra de latidos, ignora la compra-venta, únicamente conoce el espíritu donante. Sea como fuere, a golpe de místico esfuerzo nada nos resulta indiferente, su lenguaje es universal, sólo se requiere sensibilidad para entenderlo y fuerza para abrazarnos con la mirada. Cultivando estos andares de concordia, es como se acrecienta la vida y disminuyen las contiendas.
Aquel explorador que atesora la paz consigo mismo, verá una fiesta por todos los horizontes. De eso se trata, de hacernos la vida más llevadera entre todos; puesto que la existencia es para disfrutarla en comunión y en comunidad, no para entristecerla de realidades que nos dejan sin expectativa alguna. Sin embargo, nuestro mundo está siendo flagelado por las riadas de resentimiento interno, lo que está originando un creciente número de refugiados y desplazados, que se mueven por un entorno hostil y poco acogedor. Por si fuera poco el tormento que nos desune, también presenciamos un aluvión de desprecios que nos dejan sin valor en el alma; luego, además, cuentan con las redes sociales que incentivan y difunden la discordia entre las personas.
Víctor Corcoba Herrero