Señora Directora:
El aprendizaje y la enseñanza de la matemática en todos los niveles educativos siempre ha representado un gran desafío. Tradicionalmente, se atribuía esta dificultad a la complejidad inherente de la disciplina. Sin embargo, hoy se reconoce que factores como las creencias, actitudes y emociones, tienen una influencia significativa.
La prueba internacional Pisa reveló que el 30% de los estudiantes evaluados en distintos países experimentan altos niveles de tensión y ansiedad al enfrentarse a una evaluación matemática. Además, las naciones que reportaron los indicadores más elevados fueron también las que obtuvieron resultados más bajos en esta materia. En Chile, la prueba estandarizada Simce evidencia grandes desafíos en el aprendizaje de esta disciplina, especialmente entre los estudiantes de enseñanza media. Lamentablemente, las últimas mediciones han mostrado un incremento en la brecha de género en matemáticas, con las niñas obteniendo consistentemente puntajes inferiores a los de los niños. Ante esta realidad, surge un nuevo reto para la enseñanza: implementar estrategias pedagógicas que fomenten la autoconfianza y creencias positivas sobre la capacidad de aprender matemática. Estas cualidades son esenciales para el éxito en la materia.
El aprendizaje es un desafío, pero aún más lo es comprender el fenómeno integral que conlleva enfrentarse a esta disciplina. Lo anterior no se limita a la matemática en sí, sino que también abarca la emocionalidad que provoca en quienes la estudian y el papel crucial de los docentes en guiar la adquisición de conocimientos a través de un enfoque positivo.
Teresa Aguilar