Señora Directora:
Es impresionante el comportamiento de quienes a través de los partidos, del parlamento y de los gobiernos, han utilizado una actividad tan noble como la política, la que no es otra expresión en su origen, que el servicio público, teniendo como base el interés general de l ciudadanía, de la mano de la ética y los valores morales, para convertirla en una expresión qué, sólo ha buscado el interés de grupos o de intereses individuales, siendo esta la primera expresión de esta manifestación del trastorno “Travestiano”. Pero, veamos cómo se manifiesta esto:
Hoy, los mismos culpables del incuba-miento de la rabia en la ciudadanía, se erigen como los salvadores de la crisis, me refiero a los partidos, parlamentarios y el propio gobierno.
La Derecha política en este país, sufre este fenómeno al interior de cada partido, en la UDI, su Presidenta señalando que no cederán a ningún tipo de acuerdo, si no se detienen las movilizaciones y otros senadores de ese partido, estuvieron en el centro de los acuerdos en el parlamento.
En Renovación Nacional, su presidente se erige como uno de los impulsores del señalado acuerdo, mientras la diputada de ese partido Francesca Muñoz, se reunió, el sábado 11 recién pasado en una iglesia de Hualpén, con una centena de pastores evangélicos para generar odio hacia las organizaciones sociales que se movilizan, diciéndoles a los asistentes, que detrás de las movilizaciones se plantea la guerra hacia los cristianos.
Los ex partidos de la Concertación, juegan un rol preponderante en un acuerdo espurio, a espaldas de la ciudadanía, y señalando , sin siquiera ponerse rojos, que defienden las reivindicaciones sociales.
El Frente Amplio, que dicen nacer para superar los negociados y acuerdos bino-minales, terminan participando y avalando los mismos acuerdos que ellos dicen rechazar.
Este Travestismo político olvida absolutamente que la soberanía la tienen los ciudadanos, el pueblo movilizado y sus organizaciones, no aquellos que se han apoderado del poder absoluto ignorando a la ciudadanía.
Juan Luis Castillo Moraga