Carta al director

Dr. Mario Muñoz Rebolledo

Por: Diario Concepción 14 de Agosto 2018

He querido dirigir unas palabras en mi condición de compañero de trabajo de Mario Muñoz Rebolledo, también de médico y, esencialmente, de amigo.

Efectivamente, se ha ido un gran amigo y persona. Me acompañó como Vicedecano durante nueve años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, a la que sirvió plenamente y con cariño desde distintas posiciones. Como Vicedecano y Jefe de carrera de Medicina fueron varios los logros a exhibir, entre los que quiero destacar la conducción del proceso que se materializó en un plan de desarrollo estratégico de la facultad, el de innovación curricular de la carrera de Medicina y el de su primera acreditación plena.

Su visión queda fielmente expresada en las palabras de bienvenida que en ese tiempo formulara a los alumnos que llegaban a la carrera.

“Este camino tiene un trazado común pero inevitablemente su recorrido es personal. Les deseo que tengan cada uno de ustedes, la mejor mirada posible, aquella que reconoce la gema en la piedra y que distingue el oro de la pirita. Se trata de un cambio en el ser. Al final de este camino serás otra persona, porque desde ya debes saber que no se trabaja como médico, se es médico. Al final tu mundo se ampliará y al que hoy tienes poblado de amigos familias y tal vez amores, se agregará el de tus pacientes… y espero que en el encuentres la maravillosa oportunidad de aliviar el sufrimiento de seres humanos como tú”.

En su práctica clínica fue fiel a su visión y así fue reconocido como tal por sus pares, integrando también el Tribunal de Ética Regional del Colegio Médico, y por sus alumnos.

Riguroso, metódico, trabajador, inteligente y de humor fino, eran algunos de los rasgos de su persona. Durante este período aprendí a conocerlo y quererlo. Su lealtad fue total e incondicional. Mostró también rasgos integrales de su desarrollo personal. No puedo dejar de recordar sus talentos como escritor y comentarista de libros en que mostró una faceta notable y su sensibilidad humanista. Abrazó, al igual que otros, los principios y valores francmasónicos.

Como podrán imaginar, durante esos años conversábamos cotidianamente, pero no solo de temas institucionales, sino de muchas otras facetas de la vida humana, incluidas las personales. Supo enfrentar las adversidades que alcanzaron a sus familiares más queridos. En los años posteriores a mi partida de la Universidad de Concepción nos mantuvimos en contacto, no frecuente pero sí profundo.

Fue particularmente valiente con su propia enfermedad, plenamente consciente de su pronóstico. Deja como legado para su familia, sus amigos, sus colegas, sus hermanos y sus alumnos, el de un ejemplo a seguir.

Quiero, en esta ocasión, hacer llegar a Lily su esposa y toda su familia, mis sentimientos solidarios y de aceptación cristiana. Me voy a permitir, finalmente, transmitir estos sentimientos a Lily de nuestros compañeros de generación de la escuela de Medicina de la Universidad de Concepción

Mario, inolvidable amigo, descansa en paz,

Octavio Enríquez Lorca

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