Carta al director

Retratos de Aurora: La espera

Por: Diario Concepción 18 de Noviembre 2017

¿Cómo esta querido lector? Espero que bien y con ánimo. El tiempo está mejorando, el sol es menos esquivo y las lluvias parece que se guardaron para el próximo invierno. Pero más que del tiempo, le preguntaba si estaba con ánimo por lo que va a pasar mañana. Mañana hay elecciones, mañana más allá de elegir presidente, senadores, consejeros regionales, diputados, se ejerce un derecho. El ser ciudadano es mucho más que pertenecer a un lugar, es poder decidir cómo ese lugar quiero que sea, que me contenga, y me sienta feliz.

No le voy a contar todas las promesas que los candidatos hacen, y que después quedan guardadas con las urnas hasta la próxima elección. Usted debe saber , y de muchas. Y así vamos sacando la vuelta, y pasan cuatro años, y de vuelta la misma historia: que la educación, que la salud, que los adultos mayores.

Y la gente espera.

El otro día caminando por la población conocí a la Sra. Ruth, al verla creí haber visto a la propia Aurora, es tan parecida: el pelo encanecido por los años, el andar lento y reposado, la mirada siempre esperanzada, y la historia a flor de labios. “La casa está a medio terminar porque siempre me dijeron que: para qué la va a mejorar si ya se van a ir. Y de eso pasaron más de quince años…

Ésta es la casa de mi hijo, ésta la de mi otra hija, esa de ahí atrás es la mía, y este es el taller. Nosotros hacemos espejos… antes los plateábamos a mano…con mi viejo hacíamos todo…”

Le cuento, querido lector, que entrar a la casa de la Sra. Ruth es ir pasando umbrales del tiempo. Por algún momento volvimos al 27F, y me cuenta cómo le quedo la casa. Al 2002, cuando se le quemó todo: casa, taller…y sueños.

“Con el incendio perdí todo: mi casa que era grande, llegaba hasta allá al fondo, era linda. El taller que teníamos era grande… y mi viejo… el también se fue con el fuego… Pero nos levantamos. Pudimos levantar de nuevo la casa, pero el taller quedó chico, porque siempre nos decían que ya nos íbamos a ir, que para qué hacerla más firme…”

Escucharla y verle la mirada, es poder vivenciar sus recuerdos. La sombra que da su ciruelo, y el limonero que está al lado acompañan las historias.
“Yo soy nacida y criada acá. Sesenta y cinco años viviendo con la Aurora.”

¡Sesenta y cinco años! Y pensaba que a esa edad a uno lo jubilan, y la Sra. Ruth teniendo que tomar energías para ahora sí cambiarse de casa.

¡Sesenta y cinco años! Los mismos que se cumplen mañana domingo con esta elección, de la primera vez que una mujer sufragaba en Chile para elegir presidente.

¡Sesenta y cinco años! De esperas, promesas incumplidas e ilusiones.

Y los ojos se le llenan de lágrimas, esta mujer fuerte y esmerada, que le pesa el cuerpo de los recuerdos, sigue pensando. Ella quiere ser feliz, estar tranquila, disfrutar de los nietos, de su ciruelo, del limonero que lo acaricia a cada rato cuando pasa. Y que la respeten.

Ella ha votado todas las veces, todas las veces pensó cuál era la mejor alternativa, todas las veces lo hizo ilusionada que “ésta sí no me van a dejar sin soluciones”.
La espera es terrible, es inhumana, es denigrante.

Y le pregunto, querido lector ¿Porqué la espera es atributo de los que menos tienen?

Algunos creen que es un derecho adquirido, una cualidad del que es pobre. Esperar, porque hay otras prioridades…y mientras tanto la vida pasa. El tiempo avanza y se hace cíclico, igual que el ciruelo que empieza a florecer en Agosto, anunciando que la primavera llega. Y la alegría ya viene, y vendrán tiempos mejores, ¿Y si mejor somos francos?

No queda otra, a esperar ¡Hasta el próximo click!

Walter Blas
Foto: Archivo Familia Jorquera Inostroza

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