Señor Director:
Hasta hace poco era monopolio de los sectores ligados a la iglesia el moralismo y el rechazo a las tendencias rupturistas. Pero últimamente este rol lo ha disputado, e incluso conquistado absolutamente, el progresismo juvenil. Ese que admite como causa el feminismo de la tercera ola, el animalismo, el indigenismo y otros temas cuyos “luchadores sociales” se ofenden fácilmente. Rememorando rápidamente podríamos encontrar casos como la censura a Maluma, porque supuestamente cantaría una canción sexista, entre otros -como Miss Reef- que replican la tendencia.
Pero sin duda vimos un caso que grafica perfectamente esta tendencia: La muerte de Hugh Hefner. En su tiempo, fue un innovador rupturista que ganó una batalla contra los cánones de recato sexual establecidos. Para algunos quizá fue un símbolo de degeneración, mientras que para otros un prócer de la “liberación” sexual. Tras su muerte, sin embargo, se dio una situación particular. Indiscutiblemente quedó en la cultura popular como un gran personaje, admirado y como mínimo un sujeto curioso que saca risillas silenciadas. Como de esperar, también hubo resistencia, pero esta vino en forma de textos virales y portales “millenials” en RRSS que, concordando con la línea feminista, lo tacharon de patriarcal, codificador, asqueroso, machista, misógino u otros. Aunque también hubo una reacción conservadora, se viralizó la feminista-progresista; que lo etiquetó de misógino aun cuando es obvio que sentía gran afecto por el sexo femenino.
Este intercambio de roles y abandono del estandarte de la “liberación sexual” grafica perfectamente de donde viene la censura en nuestros tiempos y el papel que está tomando el nuevo feminismo, que tanto dista del papel “liberador” que tuvo en el S.XX. El feminismo pasó de ser “liberador” a adoptar un moralismo progresista muy parecido a su antiguo enemigo: el moralismo conservador.
Cristóbal Díaz Guitart
Presidente Juventud UDI Concepción