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Carta al director

Retratos de Aurora: La sombra de Manuel

Por: Diario Concepción 24 de Junio 2017

“El hombre es aire y sombra solamente” (Sófocles).

Y que mejor definición para empezar esta historia de hoy. El Bío Bío aunque no lo queramos reconocer atraviesa la vida de quienes vivimos en una margen o en la otra. Para algunos une historias y pasados, para otros divide y separa. Para los habitantes originales de este territorio es la frontera nunca traspasada, y para los pobladores de la Aurora es el nacimiento de su historia.

De esta manera dicen, nace Aurora allá por 1920. A orillas del río, o mejor dicho con las patas en el agua. Agua que muchas veces amenazaba con llevársela y para ello se ataba de las trenzas a los árboles de la cancha. Disculpe querido lector, usted ya sabe que muchas veces no se si estoy hablando de Aurora o de otra cosa.

Las que nacieron con las patas en el agua fueron las primeras casas de la población que por temor o por visión prefirieron que sus casas estuvieran sobre la orilla del río. Tal vez porque muchos de los colonos venían del sur donde el río es amigo de la ciudad. Y las trenzas no eran más que las cuerdas con que ataban los palafitos a los árboles de la cancha cuando las crecidas venían fuertes. Hay fotos, muchas fotos de esta época, pero solo en la memoria de los pobladores. Fotos que se cuentan en los relatos de un mate compartido. Memoria que, como buena vieja, Aurora repite una y otra vez, por que se olvida que la contó, pero también para que no se nos olvide de contarla.

Y mientras la Aurora crecía, al río lo empezaban a querer amansar. Allá por el 30 comienza a nacer el “Puente Viejo” –llamado Bío Bío durante muchos años-. Pero los golpes de la tierra lo empezaron a dejar herido bastante temprano. Como en los 60, que lo golpean fuerte y se comienza a pensar en el Juan Pablo II. Y de a poco, como a todo viejo, se lo va dejando de lado.

Pero la Aurora crece junto a él. Lo cuida, lo visita a diario, juega entre sus piernas sumergidas en el agua. Para Aurora el puente es una compañía, un respaldo sobre el que descansa a veces.

Más tarde vuelven a cruzarlo con el Llacolen y ahí que sí, lo olvidan para siempre. Pero a la Aurora le gusta tenerlo cerca, y más en año nuevo cuando se llena de luces y estruendos. Y claro, los amigos están en primera fila, y Aurora esta ahí, siempre mirándolo con admiración y recelo. Y ya es más grande, sabe que si por un lado tiene al Viejo, y por el otro al Llacolen, en algún momento querrán poner otro y eso no le gusta ni pensarlo.

Y el puente convive con una sombra que lo atraviesa y lo mira. Y la Aurora crece a su sombra. Y el día llega, un 27 de febrero el Viejo no puede más y sucumbe al Bío Bío, se sumerge y deja de pelear. Y esa es la excusa perfecta para querer hacer otro y que mejor lugar que por el medio de la población que convive con el río. Sí, por el medio, como una herida en el medio del pecho, como un puntazo bien dado. Pero Aurora es fuerte y resiste. Aurora quiere el progreso, pero con respeto de sus raíces, que son iguales a la de los árboles de la cancha del Huracán.

Como se repiten las historias y las personas, como se mezclan las historias y los pobladores, como a veces dejan de ser dos para ser solo uno. Y es de ahí de donde nace este relato, de la historia del Viejo y de Manuel.

Hace poco, como a fines de abril, salió Manuel con una pequeña cajita de cartón, con algo de magia en su interior y quiso mirar el puente. Tal vez le pregunto no sé qué cosas, o que secretos se contaron, pero conversaron unos minutos. Manuel quería guardar ese momento en una foto sacada con su pequeña caja de cartón, y el Viejo no quería salir solo en la foto, así que le pidió prestada su sombra. Y Manuel se la presto, como buen aurorino que es. En la pobla, las cosas se comparten, se presta, se ayuda. ¡Cuantas acciones y cuantas palabras que no vemos en la ciudad!

Por que los tiempos son otros, las calles tienen otras velocidades. En la Aurora no hay semáforos, ni discos PARE, ni triángulos de ceda el paso, ni lomos de toro, pero la gente transita por la calle. Se mezclan vereda y calle, lo privado y lo comunitario. Igual que la foto de hoy sacada por Manuel en el Puente Viejo. Igual que las historias de hoy, la de Manuel y su cajita mágica, la de su sombra y el puente. La del respeto y la memoria, memoria que la velocidad no permite que se fije y que quede.

Estimado lector, cuando pase por la costanera y tome Esmeralda, antes de entrar a Víctor Lamas, mire un poco, saque el pie del acelerador y mire, tal vez lo vean a Manuel conversando con el Viejo, o solo su sombra. Mire bien, porque tal vez pronto Aurora también sea solo una sombra más bajo el puente. ¡Hasta el próximo click!

Walter Blas
Foto: Manuel Jorquera Inostroza

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