Señor Director:

Convengamos que la mayoría del mundo político nacional ha seguido de una manera fiel y devota a Nicolás Maquiavelo en relación al poder. Y esa obsesión por eternizarse no tiene visos de terminar. El nuevo sistema electoral puede cambiar la correlación de fuerzas partidarias pero difícilmente mutará la necesaria y urgente renovación de la clase política. Su endogamia no ha permitido efectivamente producir savia nueva.

Y resulta dramático que una parte significativa de las nuevas generaciones que han llegado al Parlamento padezcan el síndrome (Benjamín) Button, al revés. Y esto de volverse viejos a pesar de su juventud, no es por la cercanía con sus pares vitalicios, sino porque su ideario, más bien su discurso, es la misma utopía sesentera de resultados desastrosos para los países de este rincón del mundo y para la humanidad en general. Y quizá sin la prestancia y el nivel intelectual de los utópicos de antaño.

Esta realidad esbozada es conocida por los jóvenes y ellos tienen la capacidad crítica para analizar y discernir lo que es grano de lo que es paja o humo. La gran mayoría de los jóvenes estudia o trabaja gracias al esfuerzo de sus familias y de su propio tesón. Algunos estudian y trabajan; algunos reciben apoyo del Estado para estudiar y un grupo significativo deambula en busca de alguna ocupación.

Ahora bien, la compulsión por el poder no es exclusividad del mundo político, acontece en la mayoría de las cofradías; sucede en el ámbito educativo, en el religioso, en el sindical, en los colegios profesionales, en el plano deportivo y en el artístico. Sólo que el ámbito político es más decisivo puesto que es el espacio sin límites de pensamiento o creencias, de libertad y de creación y es el espejo donde se mira la sociedad.

Los jóvenes tienen el derecho, por serlo, de acceder a ese mundo y es necesario que lo hagan para dar frescura y vigor a una actividad esencial de nuestra vida democrática. El mundo político actual aumentaría de manera significativa la participación de los jóvenes en política si tuviese la grandeza de espíritu de compartir sus cuotas de poder en todos los niveles. De no ser así su discurso de lamento por la baja participación política no pasará de ser un cantinfleo más y una cortina de humo que oculta el deseo atávico por permanecer en el poder.

Salvador Lanas Hidalgo
Director académico
Escuela de Liderazgo USS