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Carta al director

Involúcrate

Por: Diario Concepción 07 de Junio 2017

Señor Director:

El Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali, tuvo la gentileza de invitarme a la inauguración y bendición del albergue móvil “La Misericordia”. Motivado por mi experiencia en el Consejo del Hogar de Cristo de Concepción, asistí con gran entusiasmo, toda vez que esta innovadora iniciativa viene a contribuir al trabajo abnegado y voluntario de tantas personas e instituciones que hacen su “ley de vida” de la preocupación por las personas en situación de calle, por la pobreza y por tantos que viven en vulnerabilidad permanente y cuyos derechos básicos y su condición de ciudadanos no se les provee, mientras su dignidad humana es soslayada por la indiferencia de muchos chilenos.

Sin duda, para muchos de nosotros, la concreción de este proyecto significa un nuevo remezón a la conciencia social, que me lleva a la siguiente reflexión.

En Chile, aún existen cerca de 80 mil niños y jóvenes excluidos del sistema educacional. Cada día 1,3 niños son expulsados del ámbito escolar. Casi 5 millones de personas viven en exclusión social. Más de un millón y medio de niños se encuentran en situación de pobreza. El 75,1% de los niños y adolescentes que vive en situación de pobreza ha sido víctima de violencia o maltrato. 356 mil jóvenes entre 18 y 29 años que viven en situación de pobreza no trabajan ni estudian. Más de 15 mil niños viven al año en residencias de protección por vulneración grave de sus derechos fundamentales. Y un largo y lamentable etcétera.

Me perturba constatar que lo anterior se refiere, nada más ni nada menos, que a nuestro país, pero a la vez me da esperanza saber y compartir con tantas personas e instituciones que trabajan por cambiar esta triste realidad. Me asiste la convicción que en la lucha por combatir la pobreza y todas sus consecuencias humanas, no pueden existir fronteras sociales, ideológicas, políticas, religiosas ni de índole alguna que promueva la indiferencia social en su integridad.

Toda acción y llamado a llegar al corazón de las personas, al alma sensible que se consterna por el sufrimiento humano es válido. Más aún, es un imperativo ético que implora por una conducta moral acorde a nuestra condición humana.

Las universidades, el Hogar de Cristo, las iglesias y tantas otras organizaciones sociales hacen su mayor esfuerzo para que esta realidad sea distinta, pero es claro que estos esfuerzos no son suficientes.

El llamado es salir al encuentro y apoyar, acompañar, compartir, que la pobreza no solo está en las calles lejos de nosotros, está en la mampara de mi puerta, no está lejos en mis pies, está más cerca, está en mis manos, en mi corazón, en mi alma.

Chile sería muy distinto. Chile sería como el que soñamos: solidario, justo, equitativo, involucrado, fraterno y feliz.

Fernando Quiroga Dubournais
Decano Facultad de Ciencias de la Salud Universidad San Sebastián

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