Al final de cuentas, la percepción que queda es que, una vez más, son las figuras de la zona metropolitana las únicas con las capacidades y currículum suficiente para decidir por sobre todo el resto del país y sus instituciones.
Paradójicamente todo esto transita en un buen momento donde ya no se conocen disputas públicas a nivel político, o incluso particular, sobre la vigencia o no de estas determinaciones.