La formación y el empleo son los principales vehículos para la verdadera inclusión, pero sin duda ésta debe ir acompañada de cambios culturales respecto a la discapacidad.
Ante una amenaza de infección, real o potencial, las personas pueden volverse más desconfiadas, y más duras en sus juicios sobre individuos con características diferentes, incluyendo religión, raza y tendencia política.
Ni la libertad está por sobre el bien común, ni alguna forma de colectivismo, asfixia a la libertad, resguardando la libertad del ser humano y reconociendo en ella reside el comienzo de la dignidad.
Como mujeres y hombres políticos hoy tenemos la oportunidad de discutir los nuevos principios que construyan nuestro Estado de derecho, sobre bases democráticas que superen las falencias del sistema actual y que incluya un marco respetuoso y evolutivo de derechos humanos.