Es importante salir a votar, es uno de los actos más íntimos que tiene un ser humano en democracia. La abstención es debilitarla, si los candidatos no parecen satisfactorios el voto blanco lo expresa. La ausencia no muestra otra cosa que indiferencia.
Ingentes recursos invirtió el Gobierno en fomentar la participación en las elecciones de mañana. Políticos de todos los sectores han invitado -prácticamente implorado- a sus potenciales electores a concurrir a las urnas.
A diferencia de autoridades nacionales cuyas actuaciones podrían resultar distantes y de impacto por definir, las acciones de nuestros representantes locales tienen efectos próximos y sustantivos para nuestro devenir.
Hay muchas razones posibles para estos resultados, pero en la base está la falta de cultura para la transparencia, que exige, por supuesto, limpieza de procedimientos y rectitud de obra, la posibilidad de la puesta en práctica del viejo adagio de si no se tiene nada que esconder, no se tiene nada que temer.
La empalagosa historia de amor, del ex- rey de Gran Bretaña, Eduardo VIII, con la divorciada, plebeya y de trigos no demasiado limpios, la norteamerica Wallis Simpson, y la renuncia al trono por esa causa, fue la versión maquillada de un rey que prefirió el "dolce far niente", a los rigores de un cargo en un momento sumamente crítico para su país.