Más y mejores regulaciones son por supuesto necesarias para abordar estos problemas, pero además ciudadanos empoderados en exigir sus derechos, sin renunciar a cumplir nuestros deberes.
El diálogo constituye la manera de escapar de la guerra de todos contra todos, más aún cuando quienes invocan la virtud a su favor ocultan con una retórica fácil su fanatismo y su ego desbordado.
Cambiar el sistema de gobierno presidencialista parece ser lo más adecuado en este proceso constituyente.