Política

El Chile que encontrará el nuevo Jefe de Estado

Según voces de la sociología y la ciencia política, quien gobierne enfrentará un escenario con muchas demandas que aún no son respondidas, con una sociedad más empoderada y donde la postura en torno al trabajo de la Convención Constitucional también será clave.

Por: Ricardo Cárcamo 20 de Diciembre 2021
Fotografía: Isidoro Valenzuela V.

La ciudadanía ya expresó su voluntad en las urnas, y más allá del resultado, lo cierto es que el país que encontrará el nuevo Presidente tiene varias características propias. Voces desde del mundo de la sociología y la ciencia política describieron al Chile que recibirá al nuevo mandatario.

Violeta Montero, directora Departamento Administración Pública y Ciencia Política Universidad de Concepción, comentó que “el escenario de Chile post elecciones es, a mi juicio, uno que viene conformándose hace algunos años producto de cambios sociales y culturales. El Presidente electo enfrentará un país marcado por persistentes demandas y expectativas sociales, que deben abordarse en un escenario económico de inflación, deterioro de las cuentas fiscales y altas tasas de interés. Si bien el escenario político electoral ha estado marcado por la polarización, la tendencia que debería primar en un nuevo gobierno es la moderación y búsqueda de acuerdos para representar los más diversos intereses ciudadanos”.

Montero destacó además que “estos intereses pugnan por transformaciones en Chile, en pro de mayor igualdad asegurando al mismo tiempo orden y seguridad pública. Este momento, de importantes tensiones y transformaciones, es especialmente relevante para un nuevo gobierno en tanto debería sincronizar sus acciones con las discusiones y decisiones que se asuman, en primer lugar, en la Convención Constituyente. Y de manera complementaria, deberá establecer vínculos y negociaciones permanentes y eficaces con el parlamento”.

Rodrigo Ganter, sociólogo UdeC e investigador proyecto Vrid sobre Subjetividad Política, afirmó que “en el Chile actual, la vieja política está agonizando, tanto en términos generacionales como en los modos de hacer las cosas, pero aún no muere del todo. Lo nuevo aún no nace completamente, razón por la cual observaremos por un tiempo no menor algunos esperpentos políticos (sic) que tienen más relación con este inter-reino que vivimos, que con el Chile del futuro, ese que está por nacer y donde la Convención Constitucional tiene y tendrá un rol decisivo”.

Añadió que “se sabe que una de las agendas básicas del próximo gobierno, dependiendo de su orientación, será colaborar y facilitar el trabajo de la Convención, o bien, torpedear su legitimidad y evitar la construcción de un Chile más justo y sin privilegios”.

Jorge Rojas, director Departamento de Sociología UdeC e investigador del Centro Crhiam, aseguró que “deberá enfrentar un panorama político, social, cultural, climático e internacional altamente complejo. En efecto, el Chile republicano se enfrenta cada cierto tiempo a crisis múltiples, como por lo demás le ocurre a toda sociedad. Los cambios son inherente a toda sociedad moderna. Una sociedad que no cambie se queda anclada en el pasado, no progresa, no se adapta a los nuevos pensamientos y concepciones socioculturales e institucionales, que emanan de la propia sociedad, de sus fuerzas creativas e innovadoras. Es precisamente lo que no comprende o no quiere entender el conservadurismo, aferrado históricamente a sus posiciones de poder y privilegios. La historia de la Humanidad es, en verdad, el reflejo de tensiones, conflictos y visiones contradictorias sobre la calidad de la vida social, su dignidad, principios, los derechos humanos, los derechos de la mujer, los derechos de las comunidades indígenas y tradicionales, los valores y anhelos en armonía con consigo mismo, con la comunidad y la naturaleza. Por lo general, el conservadurismo se encierra en su pequeño mundo egoísta y autocentrado en sus propios intereses. Suele hablar de los demás, del pueblo, incluso aspira a representarlos, pero siempre lo hace discursivamente, apelando a símbolos y sentimientos que se acomodan a sus propias representaciones de elite dominante”.

Agregó que entre los problemas y desafíos, sin definir prioridades, estarán “¿Cuáles serían los problemas y desafíos principales? Sin definir prioridades: 1) Dar gobernabilidad al país en situación de crisis política y transición hacia una nueva institucionalidad en proceso de compleja construcción; 2) Avanzar en la solución a los problemas históricos de desigualdad, en un sentido amplio: superar la pobreza, asegurar el acceso a servicios básicos (por ejemplo, crear una Renta Básica Universal), mejorar la calidad del empleo y de los salarios (especialmente de los precarios), crear un sistema justo de pensiones, proteger a la infancia, brindar oportunidades a los jóvenes, etc.; 3) Enfrentar los problemas de inseguridad ciudadana, definiendo políticas públicas de protección en los barrios -especialmente los más vulnerables penetrados por el narcotráfico y bandas delictuales-, y reformando la formación y actuación de la policía; 4) Agregar valor a la producción mediante el fomento de la investigación y el desarrollo tecnológico, para lo cual el país cuenta con excelentes universidades de sentido y vocación pública; 5) Proteger los recursos naturales, amenazados por la superexplotación insustentable, especialmente el recurso hídrico en situación de megasequía y escasez; 6) Enfrentar los desafíos del cambio climático, acelerando el cambio de la matriz energética fósil por otra de energías renovables, para cumplir con el compromiso firmado por Chile de alcanzar el 2050, carbono neutro, acordado en Paris el año 2015 por la Naciones Unidas; 7) Finalmente, un problema crucial dice reacción con la creación de un nuevo orden constitucional, que establezca las bases jurídicas que regirán al país en el futuro cercano y mediano. Al respecto, el proceso de elaborar una nueva Carta Magna, una nueva Constitución Política, ya empezó y, pronto, se espera, dará sus frutos mediante el trabajo de la Convención Constitucional, en su calidad de órgano constituyente de la República de Chile. El nuevo orden constitucional implica también dar inicio al proceso de superación del colonialismo interno, descentralizando el poder de la autoridad central, otorgando verdadero poder a las nuevas Gobernaciones elegidas democráticamente, a los municipios y otras formas de institucionalidad local-territorial, con participación ciudadana”.

Polarización y sociedad

Manuel Antonio Baeza, doctor en Sociología y profesor titular de la UdeC, indicó que “es un escenario bastante complejo, que contempla varias crisis simultáneas, en las esferas de lo social, de la política, del medioambiente, de la economía, de las fronteras nacionales y la cuestión migratoria, de la inseguridad en las grandes urbes, entre las más importantes. Ahora bien, lo que es llamativo es que se ha amplificado esta multicrisis a través de un fenómeno de pérdida de la confianza social en los mecanismos de la democracia, lo cual tiene que ver con las posibilidades de resolución de dichas crisis”.

En esa línea, añadió que “el nuevo Presidente se verá obligado a recuperar dichas confianzas sociales mediante acciones concretas, así como al mismo tiempo intentar bajar el tono y la temperatura de discursos políticos circulantes, porque hay una línea de fractura ideológica peligrosa en términos de convivencia nacional. Resulta obvio decir que hay un conjunto de temas pendientes que la sociedad chilena mayoritariamente ha puesto en evidencia, que tienen que ver con la protección social, con las exclusiones de diverso origen, con el deterioro de la calidad de vida en las ciudades, etc. Sin embargo, en mi opinión, hay cuestiones que anteceden la adopción de medidas específicas en estos asuntos: junto con el tema de las confianzas sociales en la democracia, será necesario enfrentar un clima de odiosidades que, muy probablemente, no ha hecho más que salir de su
anterior estado de latencia”.

El sociólogo Manuel Rodríguez señaló que “Chile asemeja a una pradera seca, que ha sido regada con acelerantes ; es un país más escindido y con niveles de desigualdades y abusos intolerables que no pueden continuar. Para un gobierno que se proponga realizar un programa de transformaciones efectivas, la mayoría electoral sólo le servirá para legitimar ciertos comportamientos, pero no le serán suficientes para incidir en materias que son pilares del modelo. La experiencia histórica acredita que el poder legislativo – salvo excepciones – ha sido refractario a los cambios sociales y semejante actitud han tenido los poderes fácticos, que se han regido por la máxima: “aceptamos el veredicto de la mayoría en tanto ese veredicto concuerde con nuestros intereses”.

Jorge Rojas expuso que “en la actualidad resulta cada vez más difícil comprender lo que se entiende por pueblo y ciudadanía. ¿Qué ha cambiado? ¿El pueblo o las ideologías que lo invocan? ¿O la desafección de la política? El problema es complejo y, por lo mismo, la respuesta, no es fácil. En el fondo, el mundo experimenta una crisis de representación política, cuyas matrices proveniene de la Ilustración y de la Era industrial. En verdad, el pueblo sigue existiendo. También la política. Pero el pueblo ha cambiado y seguirá cambiando, lo que produce incomprensiones y confusiones fundamentales a la política. También a la sociedad. Vivimos en un nuevo siglo, caracterizado por la emergencia del poder de la información, el conocimiento, la ciencia y una nueva conciencia y subjetividad humana, que influye y, en cierta manera, deslegitima la política tradicional, aún vigente en muchos países”.

Además, mencionó que “el nuevo Gobierno se enfrentará, sin duda alguna, a ciudadanos más empoderados y dispuestos a luchar por sus derechos. Se trata de un movimiento ciudadano en evolución: una de sus primeras expresiones lo representó el movimiento Pingüino (2006) a favor de la educación pública como un derecho universal, seguido por el movimiento estudiantil (2011) por la calidad y gratuidad de la educación superior, el movimiento contra las AFP, el movimiento por los derechos de la mujer, el movimiento del pueblo mapuche por el derecho a la autodeterminación, las diferentes expresiones de movimientos y protestas ambientales, especialmente los motivados por el derecho al agua y contra las llamadas ¨zonas de sacrificio”, altamente contaminadas; todo lo cual conduce al masivo estallido social de octubre de 2019, que impactó fuertemente la conciencia ciudadana, removió las estructuras políticas y conmovió al mundo. En este complejo escenario de dinámicas socioculturales y ambientales, le corresponderá al nuevo Gobierno generar estabilidad, con inclusión y gobernanza relacional ciudadana”.

Rojas finalizó diciendo que ” no se trata de un proyecto fundacional. El país Chile, ningún país, puede refundarse. Cada país se orienta por una huella histórica que se construye progresivamente a través del tiempo, de las acciones de sus actores y sus hitos relevantes que van marcando su propia historia. Lo nuevo se construye a partir de dicha huella histórica, que también es cognitiva, productiva, étnica, de género, paisajística y comunitaria. Muchas veces, incluso, resulta difícil superar los sistemas y culturas del pasado, internalizadas en la sociedad y sus instituciones. En este sentido, la educación -en sus diferentes niveles y expresiones-, en especial, las universidades, juegan un papel muy relevante en el proceso progresivo de transformaciones que mejoren la calidad de vida de la población, profundicen la democracia y protejan el medioambiente. El nuevo Gobierno deberá, por lo mismo, estar muy atento y abierto para comprender y responder con la debida ecuanimidad, transparencia, consecuencia y sentido de justicia a las nuevas sensibilidades, anhelos y esperanzas de la sociedad chilena profunda”.

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