Política

Los conflictos sociales en Chile y la crisis de representatividad

Ante la crisis que afronta la democracia representativa, por manifestantes que niegan a la institucionalidad, entrevistados aluden a la palabra como la principal herramienta de reparación. También apuntaron a la transparencia.

Por: Ángel Rogel 23 de Junio 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Las manifestaciones y movilizaciones han evolucionado, como la mayoría de los fenómenos sociales. Sin embargo, es particular el hecho que grupos que no reconocen la institucionalidad ni interlocutores válidos. En algunos casos, ni siquiera existen voceros de esos grupos.

¿Estamos en presencia de una nueva forma de manifestar nuestra molestia ante medidas impuestas por la autoridad?

Diario Concepción consultó a un grupo de analistas y académicos sobre este tema y hay coincidencias sobre la crisis de representatividad que se ha venido dando en los últimos años en las sociedades occidentales, pero la solución es más simple de lo que se cree.

“No hay mejor arma en la democracia que la palabra”, sostuvo María Inés Picazo, directora de vinculación social de la Universidad de Concepción (UdeC).

En su opinión quienes no reconocen ninguna autoridad, son minoría. No obstante, existen grupos que son afines a la democracia representativa, que la legitiman, pero ello “no necesariamente significa que se van adecuar o silenciar ante cualquier decisión de la autoridad”.

Dijo que lo que está pasando es que existe un cambio en la forma de entender la democracia representativa, la que ya no se basa solo en una relación vertical y poco vinculante. “Y ha cambiado por dos razones fundamentales, porque los ciudadanos están mucho más educados, y la educación es poder; y segundo, por la aparición de muchos momentos de corrupción en política”, sostuvo Picazo.

Agregó que “hoy se espera que las autoridades que son electas gobiernen con más transparencia, que cumplan lo que prometen, que comuniquen, no solo que hagan”.

Ante este fenómeno, Picazo dijo que la receta es el diálogo, incluso, invitando a dialogar a quienes no lo desean. “Yo no soy tan pesimista, en el sentido de dónde apunta la mirada respecto a la relación de la sociedad con el Estado y las autoridades. Todo evoluciona y eso también. Tenemos que aprender, porque nos interesa que existan esas estructuras, sí, pero que tengan legitimidad. Creo que eso sigue siendo importante. Pero, además, es importante el cómo se gobierna”, manifestó.

Cosecha de años

El abogado y analista político, Andrés Cruz, comentó “los grupos se han ido atomizando y se han ido especializando el sistema de petición de demandas (…). Eso, unido a la crisis de los partidos políticos, genera la inexistencia de centros que hagan conversar las distintas demandas que pudieran darse”, manifestó Cruz.

El también presidente de Corbiobío dijo que lo anterior se produce por la crisis de las ideologías, que además se traduce en la inexistencia de liderazgos.

“Nos han enseñado a competir no a colaborar, y eso lo estamos cosechando ahora. Estos grupos que se dicen antisistémicos se forman porque nunca tuvieron la posibilidad de formarse adecuadamente en la cultura democrática y cuidada, para establecer una dinámica propositiva, en vez de destructiva, para ir construyendo futuro con el otro, no contra el otro”, opinó.

Violeta Montero, socióloga y docente del departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la UdeC, dijo que la crisis de representación y de legitimidad en torno a las instituciones y quienes las dirigen, no solo afecta al Estado, sino también a las organizaciones sociales y movimientos colectivos.

“En este escenario, las formas tradicionales de relación jerárquicas y basadas exclusivamente en el saber experto no son suficientes para responder a una población cada vez más demandante y con más acceso a información (…). Para gobernar entonces, desde el Estado y las organizaciones sociales, se debe estudiar, comprender los problemas desafíos de la organización y buscar soluciones creativas e incluyentes de las demandas sociales”, dijo.

Promover nuevos valores

Como complemento, por el lado de la ciudadanía, “especialmente de la juventud, es necesario promover la reflexión en torno al valor de la democracia deliberativa y la formación ciudadana”.

Pensando en los peligros futuros, como “una polarización” extrema en discursos y acciones, comentó que “es deseable una relación entre el Estado y la Sociedad Civil dinámica, donde se establezcan demandas y respuestas de políticas de manera permanente”.

José Miguel Izquierdo, periodista y cientista político, “dijo que la crisis de representación es mundial”. Sostuvo que se ha visto una desafección hacia las instituciones que, más que representar modelos de sociedad, deben representar la aspiración por solucionar problemas prácticos de la vida diaria y de las demandas emanadas por el ejercicio de la libertad y la decisión de la forma en que cada individuo se autodetermina. En esto, las instituciones tienden a cambiar de manera más lenta que la sociedad. Ese desfase es evidente y se producen déficit de representación y de confianza pública”.

No solo sufragar

Daniel Ibáñez, presidente de Fundación Participa, también aludió a la crisis de nuestra democracia representativa. En su opinión, ello se produce por varios factores como la poca credibilidad de la gozan nuestros actores políticos, pero también por como las personas perciben la participación ciudadana.

“En los años ‘90 bastaba con la participación resumida en el acto de sufragar, hoy los ciudadanos quieren ir más allá y quieren formar parte de la toma decisiones, no quieren cocinas, quieren que las decisiones se tomen de cara al país (…), y ahí me parece que la clase política está al debe”, comentó Ibáñez.

En su opinión, no es que quienes manifiestan no encuentren interlocutores válidos, “el problema es que estos no son capaces de dar respuesta a los problemas que plantean los ciudadanos. La solución es compleja requiere a nuestro juicio de una profunda reforma estructural a nuestras instituciones que se haga cargo de las nuevas formas de participación de los ciudadanos, que sea capaz de responder a las expectativas de estos, pero junto con ello se requiere un cambio de chip por parte de los actores políticos que entiendan que se requiere un nuevo trato”.

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