
El uso inadecuado de antibióticos como la amoxicilina ha acelerado la aparición de cepas resistentes, mientras que remedios comunes para resfriados no hacen frente a la problemática.
El uso prolongado e indiscriminado de antibióticos, especialmente los más populares como la amoxicilina, un antibiótico ampliamente recetado para infecciones respiratorias y urinarias, ha contribuido a la aparición de bacterias resistentes que ya no responden al tratamiento. Este fenómeno genera un grave desafío para la salud pública, pues complica el manejo de infecciones comunes y pone en riesgo procedimientos médicos que dependen de estos fármacos para prevenir infecciones postoperatorias.
En paralelo, es importante aclarar que productos de uso común como Trioval no pertenecen a la familia de los antibióticos, sino que se utilizan para aliviar síntomas de resfríos y gripes, gracias a componentes como el paracetamol, descongestionantes y antihistamínicos.
Aunque ayudan a disminuir malestares, no combaten infecciones bacterianas y, por tanto, no contribuyen directamente al problema de resistencia.
La resistencia a los antibióticos es reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una de las mayores amenazas para la salud mundial. Esta situación obliga a los médicos a recurrir a medicamentos más potentes, costosos y con mayores efectos secundarios. Si las bacterias se vuelven insensibles a tratamientos como la amoxicilina, incluso las infecciones leves pueden convertirse en casos graves o intratables.
Una causa significativa de este problema es la automedicación y el uso de antibióticos sin supervisión médica. Muchos pacientes abandonan el tratamiento antes de tiempo o lo utilizan para cuadros virales, lo que permite que sobrevivan bacterias resistentes.
Situaciones similares ocurren en el uso veterinario y en la agricultura, donde los antibióticos se emplean preventivamente, favoreciendo la propagación de resistencias.
Frente a este escenario, especialistas recomiendan usar antibióticos únicamente bajo prescripción médica y seguir siempre la dosis y duración indicadas. No deben emplearse para tratar resfríos o gripes, donde productos como Trioval pueden aliviar síntomas y ser suficiente en gran parte de los casos.
Por otro lado, se han iniciado esfuerzos globales para desarrollar nuevos antibióticos y regular su venta, pero este proceso es lento y complejo. Programas como la vigilancia de la resistencia, campañas de educación para pacientes y médicos y restricciones en el uso de antibióticos en la agricultura, son iniciativas que ayudan a frenar este fenómeno.
En países con sistemas de salud limitados, la resistencia a la amoxicilina ya ha complicado el tratamiento de enfermedades comunes como la neumonía infantil. Esto representa un retroceso en los logros alcanzados gracias a los antibióticos desde la segunda mitad del siglo XX, cuando transformaron las infecciones de una amenaza mortal a problemas generalmente tratables.
La clave para enfrentar esta crisis está en un enfoque integral: usar antibióticos solo cuando sean necesarios, descontinuar su uso en la ganadería y agricultura, invertir en investigación y mejorar la educación sanitaria. También es vital recurrir a pruebas diagnósticas antes de prescribir antibióticos, para confirmar la presencia de bacterias y descartar infecciones virales.