Pablo Navarro Rosas
Centro de Estudios Europeos UdeC
Durante los últimos días fuimos espectadores de un concierto de rock que comenzó con la canción “Demoliendo Hoteles”. Pero no era Charly García quien cantaba, sino el Presidente de Argentina, Javier Milei. Un hecho que, aunque podría parecer cómico, resulta insólito en medio de los escándalos de corrupción y crisis económica que atraviesa el país vecino.
El concierto (digno de un capítulo de Black Mirror), no logra ocultar las polémicas que han salpicado al gobierno argentino en las últimas semanas. La más reciente involucra al candidato oficialista (y actual diputado por la provincia de Buenos Aires), José Luis Espert, quien está en la mira por vínculos con empresarios acusados de narcotráfico en Estados Unidos.
Pero no es el único caso. Hace un mes se dio a conocer que la bolsa de Argentina registró el peor desempeño del mundo. Esto llevó a que Estados Unidos confirmara la compra de pesos argentinos para inyectar liquidez en dólares a la economía argentina, además de finalizar un marco del “swap” de divisas de 20.000 millones de dólares con el Banco Central de Argentina. Esto, por supuesto, tras la solicitud de ayuda que le pidió presencialmente Milei a Trump en las últimas semanas.
De esta forma, el slogan que llevó a Milei al poder comienza a desmoronarse. La crisis de La Libertad Avanza no solo se refleja en la economía argentina, sino también en aquella contradicción entre el discurso y los hechos. Incluso se vio reflejada en las últimas elecciones legislativas provinciales de Buenos Aires, donde Fuerza Patria arrasó en los comicios.
Así las cosas, la construcción de un “enemigo común” que muy bien logró hacer Milei en campaña, termina difuminándose una vez llegado al poder y el encanto del líder outsider se desvanece junto con el discurso antiestablishment frente a la “casta política”. Lo que queda entonces es el espectáculo: un Presidente auto celebrándose frente a 15.000 personas mientras la economía se sigue afectando, se destapan nuevos casos de corrupción y persiste la inseguridad política en el país.
Pero más allá de lo que ocurre en Argentina, esta situación invita a reflexionar sobre el populismo en la región. Líderes que prometen soluciones inmediatas a causas estructurales, aunque terminan enfrentando la contradicción entre la fantasía electoral y la complejidad de gobernar.
En definitiva, la política argentina y de la región no se resuelve con canciones de rock, ni shows mediáticos; requieren responsabilidad y liderazgo serio. En el caso de Argentina, si Milei no logra salir de la crisis actual, el país seguirá pagando el precio de un gobierno atrapado en el espectáculo y la pirotecnia.