Carolina Parada Gavilán
Secretaria Ejecutiva
Plan de Fortalecimiento Regional Biobío
A comienzos de 2024 vimos con preocupación cómo miles de trabajadores se tomaron las calles en protesta frente a la crisis industrial generada por la situación de Huachipato, escalando a la preocupación por la matriz productiva en su conjunto. Eran marchas cargadas de incertidumbre, reclamos y angustia, pero también de energía colectiva que interpelaba.
De ese clima nació el Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío, buscando transformar la protesta en propuesta, la confrontación en diálogo, el descontento en una hoja de ruta compartida. Así se sentaron a la misma mesa representantes de trabajadores, empresarios, universidades, gremios y autoridades, con la convicción de que la única salida era la colaboración. No fue fácil, porque nunca lo es.
El Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío quedará marcado como el año en que pasamos de las manifestaciones a las mesas de trabajo. Ese tránsito no fue casual: fue la respuesta a una crisis productiva y, sobre todo, la capacidad de diálogo entre actores con miradas distintas pero con un mismo propósito, sostener el empleo y proyectar el futuro industrial del Biobío.
Hoy, un año después, podemos decir que ese esfuerzo ha dado sus primeros frutos.
Entre los logros más significativos está el paquete de apoyo a excontratistas de Huachipato, que permitió invertir más de 4.500 millones de pesos en 100 pymes, ayudando a sostener más del 60% de los empleos de este grupo. También destaca la activación del FOGAES Productivo, que abrió acceso a garantías estatales para pymes, facilitando financiamiento en un momento en que el crédito se vuelve cada vez más restrictivo.
En paralelo, avanzamos en el diseño, financiamiento y licitación de tres Centros Tecnológicos de CORFO en áreas claves: hidrógeno verde, manufactura avanzada y transición energética, con una inversión inédita de 30 millones de dólares. Estos centros no solo traerán innovación, sino que también fortalecerán el encadenamiento productivo y el capital humano regional.
Asimismo, junto a la Oficina de Gestión de Proyectos del Ministerio de Economía, hemos destrabado el 60% de los principales nudos de tramitación de proyectos privados, lo que ya está acelerando inversiones energéticas, logísticas e industriales.
Y algo más intangible peor muy significativo: hemos recuperado el orgullo por nuestra industria regional, instalando un relato común sobre el rol del Biobío en la matriz productiva de Chile, alineando una identidad a las que adhieren las más altas autoridades del Ejecutivo que regularmente se sientan en esta mesa regional.
Nada de esto habría sido posible sin las personas e instituciones que han sostenido este proceso. A las pymes que confiaron, a los gremios y universidades que pusieron capacidades sobre la mesa, a los equipos técnicos y autoridades que entendieron la urgencia de actuar, y a los trabajadores que han demostrado que esta región sabe levantarse. Para todos, un gran aplauso.
Mirando hacia adelante, debemos ser realistas. El segundo año del Plan tiene que ser de consolidación. Hay que acelerar la implementación de medidas en sectores como el forestal, con foco en la recuperación de hectáreas quemadas e incentivos a la construcción en madera. También debemos avanzar en métricas claras de impacto en empleo e inversión, que permitan rendir cuentas con transparencia. Y, sobre todo, tenemos que institucionalizar el Plan dentro de la Hoja de Ruta Biobío 2050 a la que hemos sido convocados por nuestra máxima autoridad regional.
El Plan nació en crisis, pero debe madurar como un proyecto de transformación estructural. El desafío es grande, pero también lo son nuestros principales liderazgos regionales.