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Opinión

La naturaleza como privilegio urbano

Por: Diario Concepción 26 de Septiembre 2025
Fotografía: Cedida

Claudia Cerda Inostroza
Arq. Urbanista Dra(c) en Estudios Territoriales Sur Global (DETSUR)
Grupo de estudios interculturales urbanos y Territoriales (GRIUT)
Colaboradora Colectiva Justicia en DD.HH.

A lo largo de la historia han existido diversas formas de relación con la naturaleza, desde miradas de interdependencia, hasta intentos de modelarla, pero en un momento de la historia se genera un quiebre fundamental, esto ocurre cuando el ser humano comienza a verla como algo separado de sí, se siente superior y con poder para controlarla. Desde ese momento, la explotación se convierte en abuso y la naturaleza pasa a ser tratada como un bien de consumo.

En las ciudades, una de las formas en las que se materializa esta visión es a través de la planificación urbana, específicamente en los instrumentos de planificación territorial que ha ido transformado la naturaleza bajo distintas lógicas. A veces se le asigna un rol social, como en el caso de los parques y plazas públicas; en otras ocasiones se reconocen diferentes formas de protección que la resguardan como un bien ambiental o se le otorga un valor económico, reconstruyéndola o manteniéndola para incrementar plusvalías y atraer inversión inmobiliaria.

En la ciudad coexisten miradas desiguales y dominan aquellas que reconfiguran la naturaleza para el beneficio de unos pocos. Así surge una “naturaleza escenográfica”, diseñada para el mercado y crecimiento económico más que para el bienestar colectivo. Esta lógica genera profundas injusticias ambientales-territoriales, mientras que en sectores vulnerables abundan plazas sin vegetación y calles áridas, en barrios acomodados predominan parques y veredas arboladas, siendo imposible que familias con menores ingresos puedan acceder a obtener una vivienda en estos espacios.

La distribución desigual del verde no es casual, sino resultado de decisiones políticas y modelos de ciudad que excluyen, un urbanismo que mercantiliza la naturaleza y perpetúa privilegios. Superar esta injusticia exige, en primer lugar, ser conscientes de esta inequidad y cuestionar la lógica dominante que convierte lo natural en mercancía y avanzar hacia una planificación que reconozca la naturaleza como un derecho colectivo, esencial para la vida digna y el habitar justo, donde todos y todas puedan re-establecer esas distintas formas de relación que mantienen con ella.
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