Alejandro Mihovilovich Gratz
Investigador Histórico
La historia de los pueblos no se escribe únicamente con los nombres de los grandes líderes políticos o militares; también se teje con las vidas de quienes, desde los márgenes del protagonismo oficial, sostuvieron y acompañaron procesos fundamentales. Tal es el caso de María de las Nieves Urrutia Mendiburu y Manzano (1777-1850), una mujer penquista cuya existencia refleja tanto la influencia de las élites criollas en los albores de la Independencia como el rol silencioso de las mujeres en un tiempo dominado por las figuras masculinas.
Nacida en Concepción en 1777, Nieves provenía de una familia acomodada. Su padre, José Francisco de Urrutia Mendiburu, era un importante comerciante, y su madre, María Luisa Fernández del Manzano, pertenecía también a un linaje de prestigio. Creció, por tanto, en un entorno en que la educación, las costumbres y los lazos familiares configuraban a las mujeres como pilares del hogar, con escaso margen para la participación pública. Sin embargo, la vida de Nieves quedaría marcada por la historia política de su tiempo al casarse con Juan Martínez de Rozas, figura clave en las primeras etapas del proceso emancipador chileno.
El matrimonio, además de unir dos linajes influyentes, implicó para ella asumir un papel de apoyo en medio de los turbulentos años iniciales de la Independencia. Madre de una numerosa descendencia —siete u ocho hijos según diversas fuentes—, Nieves encarnó la doble responsabilidad de sostener su hogar y, al mismo tiempo, convivir con las tensiones y riesgos derivados de la participación política de su esposo. La casa familiar en la calle Comercio de Concepción fue testigo de reuniones y discusiones en torno al destino de la patria, pero también escenario de amenazas, pues todo compromiso con la causa emancipadora acarreaba el peligro de represalias.
En este sentido, uno de los gestos más recordados de Nieves fue la quema de documentos comprometedores en plena crisis, acción que buscaba proteger a su familia frente a posibles persecuciones. Aunque aparentemente menor, ese acto revela el rol estratégico de las mujeres en el proceso: guardianas de secretos, mediadoras del silencio y la discreción, responsables de asegurar la continuidad de los suyos en tiempos de incertidumbre. Así, la figura de Nieves nos recuerda que la independencia no fue solo obra de discursos en cabildos y campos de batalla, sino también de resistencias íntimas en la esfera doméstica.
La vida de María de las Nieves se extendió hasta 1850, lo que significa que pudo presenciar no solo el inicio de la gesta libertadora, sino también la consolidación de la República de Chile. Sus restos reposan en el Cementerio General de Concepción, trasladados desde la Iglesia de San Francisco, en el mausoleo de su hijo Ramón. Su memoria perdura en la ciudad, donde forma parte de circuitos patrimoniales que buscan rescatar el aporte de mujeres que, sin haber tenido tribuna pública, sostuvieron con decisión y sacrificio los cambios históricos de su tiempo.
En conclusión, la trayectoria de María de las Nieves Urrutia Mendiburu y Manzano nos invita a reflexionar sobre la amplitud del concepto de “héroe” en la historia nacional.