En la época de la incertidumbre política, tanto nacional como mundial, se pone en la palestra la manera en que los derechos humanos se han desarrollado entre nosotros, su funcionalidad y practicidad. Se ha instrumentalizado el discurso negativo en contra de la narrativa que inspiran, dando así prédicas abolicionistas que se fundamentan en la desinformación de la sustantividad de ellos, seguido con una horda de contenido falso que nuestros ojos observan en la era de la evolución digital y la inteligencia artificial que cada día se encuentra más presente.
Esto es un retroceso peligroso, puesto que los derechos humanos no son solo una concesión de los Estados para el goce de quienes son titulares de las prerrogativas, estos corresponden a la manifestación positiva de la dignidad humana, la base misma sobre la cual se construye una sociedad respetuosa con cada uno de sus integrantes y procura tener la mira hacia un futuro en que se fomente la igualdad y el respeto recíproco.
La historia está llena de ejemplos de lo que ocurre cuando olvidamos el porqué de estos derechos: Estados abusivos que callaron a opositores, guerras que generan destrucciones masivas, genocidios que comenzaron con palabras de odio, divisiones civiles que acaban en matanzas, entre muchos más. Es por ello que, ante la solución sugerida de bajar los estándares jurídicos a pretexto de ser impeditivos de una política eficaz, es imperioso ser críticos y concebir que las consecuencias pueden ser peores de lo que estamos dispuestos a entregar.
Ellos son el límite que protege nuestra democracia y abandonarlos sería entregarle las llaves del futuro a quienes confunden la autoridad tiránica con orden.
Defender los derechos humanos no significa el ser indiferentes con entregar solución a los desafíos que enfrentamos: el desarrollo económico, la seguridad o la delincuencia. Significa, en cambio, que ninguna solución ha de legitimarse en la violación de la dignidad humana. Esto trae consigo no solo un sentido de manifestación vertical —es decir, desde el Estado para con los seres humanos— sino igual una manifestación horizontal, entre los miembros de la comunidad. Es así como el procurar su respeto es un deber tanto jurídico como moral.
Agustín Ramírez
Ayudante CEE UdeC
Integrante de Equipo de Litigación Internacional en DD.HH.