La naturaleza, para los pueblos originarios, ha sido un territorio vivo, cargado de memorias y fuerzas espirituales. Esta relación ha sido desafiada por la expansión urbana y la planificación moderna, que desde el giro neoliberal de los años 80 en Chile ha reconfigurado el vínculo entre ciudad y naturaleza. En el Área Metropolitana de Concepción, el conflicto es visible: sobre territorios mapuche se levantaron zonas residenciales e industriales, borrando su historia ancestral. Frente a ello, el Pueblo Mapuche ha resignificado su presencia en la ciudad, manteniendo prácticas culturales ligadas a la naturaleza como formas de resistencia y continuidad territorial.
En el caso de San Pedro de la Paz se pueden identificar varios de estos espacios simbólicos como: el rehue levantado en la Laguna Grande, el kultrún en el balneario de la Laguna Chica, el izamiento de la bandera mapuche en la ribera del Biobío o el espacio ceremonial en Villa Colimapu. Estos lugares no están protegidos por normativas estatales, sino por la fuerza de su significado colectivo, organización, resistencia y diálogo. Estudios urbanos, proyectos, planes y acciones en la comuna han generado inquietudes en las organizaciones mapuche, al no hacerles parte de éstos y sus decisiones que tienen incidencia sobre sus espacios. Como consecuencia esto podría en realidad restringir usos tradicionales y ceremoniales si no consideran un enfoque intercultural.
Esto no es un reclamo simbólico, sino una demanda concreta de justicia territorial que busca preservar formas de vida, conocimientos y espiritualidad. Casos como el de la bandera mapuche izada en la ribera del Biobío, bajo decreto municipal acordado con las asociaciones en el año 2023 y luego retirada arbitrariamente por decisión alcaldicia, son una muestra más de cómo lo mapuche incomoda cuando se hace visible en el espacio público.
El pueblo mapuche ha demostrado una y otra vez su capacidad de adaptarse, no busca volver a un pasado idealizado, sino construir un presente digno. En este contexto, es urgente pensar en una planificación que se oriente hacia reconocer la pluralidad de saberes y las diferentes formas de entender el territorio.
Claudia Cerda Inostroza
Arq. Urbanista Dra(c) en Estudios Territoriales Sur Global GRIUT
Colaboradora Colectiva Justicia en Derechos Humanos