Opinión

La Casa Rusia y el Sur Global

Por: Diario Concepción 20 de Mayo 2023
Fotografía: Cedida | Millán Requena Casanova

Millán Requena Casanova
Académico de la Universidad de Alicante (España)
Centro de Estudios Europeos UdeC

Ambientada en un majestuoso Moscú y San Petersburgo, la Casa Rusia (1989) nos relata una trama de intrigas y espías en los estertores de la Unión Soviética y la Glasnost. En la nueva guerra fría, la trama cambia de telón de fondo: Rusia, EE.UU. y un nuevo actor – China – tratan de ganar aliados políticos en África, Asia, Oriente Medio y América Latina y, a la vez, contar con recursos y mercados.

Como en la novela de John le Carré, la trama tiene como principal argumento el factor humano. Pero ahora no se trata del amor adulto entre una espía rusa y un editor británico. Sino el resentimiento del “Sur Global” (un grupo transversal y heterogéneo de países) por el neocolonialismo y la depredación occidental hasta nuestros días. El modelo es sencillo. La desafección por un orden mundial basado en reglas occidentales se sustituye por la pujanza de dos potencias que no tienen pasado colonial ni reproche: Rusia y China.

Siguiendo el modelo chino, basado en dar una salida económica al ahogo que el FMI y el Banco Mundial producen a los países africanos, Rusia ha conseguido capitalizar la vergüenza colonial europea para ganar influencia en África. Si bien el grueso de su influencia procede del suministro de servicios de seguridad privados por Wagner, organización paramilitar que crece como la mala hierba en África, presentando como hoja de servicios una boyante clientela de autócratas y déspotas (Siria o Venezuela). Los mercenarios actúan como un auténtico brazo militar de la política exterior del Kremlin. Los paramilitares están abiertamente en República Centroafricana, Malí, Burkina Faso, Mozambique, Libia, y, por supuesto, Sudán. Wagner contribuye a expulsar y sustituir a las tropas occidentales ofreciendo, en tándem con China, seguridad, tanto económica como militar. Sudán es el ejemplo perfecto. La presencia rusa en África es de tal calibre que ha socavado la influencia de Francia, que se repliega en este continente entre acusaciones de neocolonialismo. Mientras Macron decretaba el fin de la era de la Françafrique’, la milicia rusa Wagner se expandía en el Sahel hasta eliminar la presencia militar francesa en Malí y Burkina Faso (y podría hacer lo mismo en Níger). El Sahel es clave para la Unión Europea. No hay más que mirar qué países africanos se han negado a condenar la invasión rusa de Ucrania en Naciones Unidas.

El reto geopolítico para la UE exige adoptar una estrategia en el Sahel, así como con los países del Sur Global. Estos países requieren inversiones y acuerdos de libre comercio. En el caso de América Latina, además, forman parte de nuestro mundo occidental.

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