Víctor Osorio Reyes
UTEM
Una foto de la formación de los equipos antes de iniciar el juego. Sólo que esta vez los protagonistas no hacen algo rutinario.
El equipo alemán, en la primera fecha del Grupo E del Mundial de Qatar, se enfrenta a una evidente censura de la FIFA, que prohíbe a los capitanes de los equipos el uso de la cinta “One Love” en saludo a las demandas de los derechos de la diversidad y LGBTQ.
Fue una bomba para el régimen anfitrión, que castiga fuertemente la diversidad sexual. Y la FIFA apoyó la moción, anunciando tarjetas amarillas y multas económicas a todo capitán de selección que se pusiera el símbolo en su brazo. El hecho resume la compleja relación del fútbol con los Derechos Humanos, especialmente en este Mundial de Qatar.
Más aún, esta cita global reúne variadas situaciones morales que enfrentan al deporte con los derechos fundamentales.
Qatar no sólo pagó a la FIFA el “aporte” más grande de un país en la historia para organizar un mundial de fútbol. Toda la construcción de los estadios, por ejemplo, incluye historias de abusos de los derechos humanos, especialmente en trabajadores y trabajadoras migrantes, muertes repentinas, ausencia de derechos sindicales, violación a las libertades de expresión y de reunión, y la discriminación de los derechos de las mujeres y disidencias sexuales.
Según Amnistía Internacional, los migrantes de Bangladesh, India y Nepal que trabajaron en la reforma del Estadio Jalifa y en el ajardinado han sido brutalmente explotados. Algunos son objeto de trabajo forzado, no pudiendo cambiar de jornadas, ni salir del país, y además con demoras en sus salarios.
Los Derechos Humanos en Qatar son vistos con los ojos de “lo líquido” -calificación del sociólogo polaco– británico Zygmunt Bauman de los tiempos contemporáneos- en que conviene “adaptarse”, mostrar “flexibilidad”. Nada de aferrarse a compromisos categóricos.
La conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos el 10 de diciembre nos invita a reflexionar que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Se trata de un imperativo universal, transversal a la totalidad de las dimensiones de la sociedad y, por tanto, a todos los ámbitos del conocimiento y aquellos en los que se produce la vida en sociedad. Desde entonces, los Derechos Humanos deben ser aprehendidos, siempre, en todo lugar y circunstancia, como principios universales e intransables.