Opinión

La agridulce COP 27 de Egipto

Una acción más decidida para reducir el uso de combustibles fósiles fue otra de las demandas del mundo ambiental, que no fue apropiadamente recogida en la COP27, lo que provoca un pesimismo razonable en relación a las ambiciosas metas planteadas en el Acuerdo de Paris hace ya siete años.

Por: Diario Concepción 26 de Noviembre 2022
Fotografía: Ricardo Barra

DR. RICARDO BARRA RÍOS

Director Centro Eula. Universidad de Concepción

 

La reciente cumbre climática realizada en Egipto deja un sabor agridulce, pues la noticia positiva más relevante fue la aprobación de una demanda que venía desde hace décadas de los países más vulnerables en relación a los impactos del cambio climático, pero que no son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que nos tienen viviendo la actual crisis climática, con impactos multimillonarios en las economías globales.

La iniciativa de crear un fondo para paliar los daños y pérdidas en los países “victimas” de los impactos del cambio climático, logró entrar en la agenda de discusiones, luego que fuera promovida por Chile y Alemania. Esto, sin duda se transforma en un mérito para la actual ministra del Medio Ambiente de Chile, Maisa Rojas.

Un avance histórico pues las naciones ricas acuerdan generar recursos para ayudar a los países más vulnerables, que se están recuperando de los devastadores daños climáticos. Este resultado positivo de la COP27 es un paso importante hacia la reconstrucción de la confianza con los países vulnerables. Sin embargo, no hay claridad en cómo este nuevo fondo, que se suma al compromiso de las naciones más desarrolladas de apoyar con cien mil millones de dólares a las que están en vías de desarrollo para la mitigación y adaptación al cambio climático y que a su vez no ha sido respetado por los países donantes, finalmente va a ser implementado en los próximos años.

La guerra en Ucrania, más la crisis económica global después de la pandemia, han jugado ciertamente en contra de las aspiraciones de un combate más decidido y ambicioso para la crisis climática.

Los últimos datos de las concentraciones de CO2 indican un aumento de 68 veces en los niveles que teníamos el año 1990, sin que la curva de incremento se haya detenido siquiera con la pandemia, como era la esperanza de muchos. Aunque el progreso en pérdidas y daños fue alentador, es decepcionante que la decisión en su mayoría copió y pegó lo pactado durante la versión anterior de la COP en Glasgow, sobre la reducción de las emisiones, en lugar de tomar nuevos pasos significativos.

Todos los datos a la fecha permiten sostener que el mundo está colectivamente rezagado en la acción climática en todos los sectores. La única manera de evitar impactos climáticos aún más severos y mantener vivos los 1,5 °C es si reducimos rápidamente las emisiones en esta década, recordando que debemos bajarlas en un 45% antes del 2030, para no superar la meta de los 1,5 grados.

Una acción más decidida para reducir el uso de combustibles fósiles fue otra de las demandas del mundo ambiental, que no fue apropiadamente recogida en la COP27, lo que provoca un pesimismo razonable en relación a las ambiciosas metas planteadas en el Acuerdo de Paris hace ya siete años.

Otro tema que queda en deuda son las medidas de adaptación al cambio por parte de los países vulnerables a la crisis, donde por supuesto se incluye a Chile. Nuestra nación muestra avances como la descarbonización de la matriz energética con el cierre progresivo de las plantas térmicas en base a carbón, y también la nueva Ley de Cambio Climático promulgada hace poco, lo que representa un avance significativo en el desarrollo, por ejemplo, de los planes de acción climática municipal y regional que deberán ser implementados ojalá prontamente.

Todos estos avances como país sin duda son importantes, pero Chile es más bien un receptor de los impactos negativos de la actual crisis, antes que causante de ella. Por esto, la propuesta es avanzar también en los aspectos adaptativos.

En este ámbito la contribución del conocimiento científico generado a nivel local es muy importante si es que queremos construir los nuevos planes desde una base científica, que pueda garantizar un mayor éxito en los procesos de adaptación a estas nuevas condiciones, como por ejemplo vivir con menos agua.

Allí reside nuestro principal desafío como sociedad

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