Opinión

Voto obligatorio y los cambios reales

Debemos volver a educar para que el ciudadano y ciudadana valore el voto como la única manera de generar cambios reales.

Por: Diario Concepción 17 de Agosto 2022
Fotografía: Cedida

Francisco Gatica
Analista Observatorio Corbiobío

Habíamos perdido la sana costumbre de ir todas y todos a votar. Cuando se abrieron los registros electorales, en 1988, sobre el 90% de la población en edad de votar se inscribió. Sólo para aquel grupo el voto era obligatorio. A medida que fueron avanzando los años, en democracia, las personas dejaron de inscribirse y comenzó a ser un tema de análisis la baja participación electoral.

Los jóvenes no estaban votando y había una creciente apatía hacia la política: el binominal generaba un empate artificial que impedía los cambios profundos, una democracia protegida con un Tribunal Constitucional, un ensalzamiento del mercado y sus bondades, una crítica permanente con el rol del Estado y, lo peor de todo, una élite política que se separó de Chile social y territorialmente.

Con el pretexto de aumentar la participación electoral, y quizás con calculadora política, se implementó la inscripción automática y el voto voluntario. El resultado fue desastroso. Tuvimos elecciones donde se llegó a una participación del 34,8% (alcaldes 2016). Se vislumbraba una crisis política de apatía y desconfianza con los partidos y otras instituciones nacionales. Se constató que las comunas con mayores niveles de ingresos participaban relativamente más. El fiel de la balanza se corría peligrosamente para un lado.

En esta ocasión tendremos de manera excepcional la fórmula de voto obligatorio e inscripción automática. Esta nueva combinación agrega más incertidumbre a las proyecciones electorales. Podemos proyectar, contrastar y validar el comportamiento electoral del segmento que históricamente ha votado. Pero, por más que las encuestas traten de anticipar el comportamiento del grupo de personas que nunca ha participado, lo cierto es que desconocemos su patrón de votación política, impidiendo la comparación y la validación de los pronósticos electorales. A partir del 4 de septiembre viene un profundo proceso de análisis para dilucidar cómo se comporta políticamente este segmento. En especial los jóvenes de menores a 39 años en zonas densamente pobladas. La desafección que tiene el chileno por el proceso electoral se repite en otros países y pone en jaque a las democracias. Llegó la hora de comenzar a revisar nuevos sistemas de votación (p.e electrónica) que complementen el tradicional, para que las personas que no pueden moverse o están lejos de los locales puedan cumplir con su deber cívico, siempre con altos estándares de seguridad para evitar fraudes electorales.

Finalmente es hora de invertir seriamente en educación cívica. Durante mucho tiempo se les dijo a los ciudadanos y las ciudadanas que la política era un ejercicio inútil. Se nos quiso enseñar que la eficiencia, propia del mercado, era contraria a la participación. Eso fue un gran error. Debemos volver a educar para que el ciudadano y ciudadana valore el voto como la única manera de generar cambios reales en el mediano y largo plazo.

 

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