Opinión

La nueva política exterior de Chile

Chile tendrá que expresar internacionalmente, de forma fehaciente, su nueva identidad colectiva, porque los temas que impulse en la agenda internacional deberán ser verosímiles.

Por: Diario Concepción 12 de Marzo 2022
Fotografía: Juan Carlos Aguirre

Juan Carlos Aguirre
Candidato a Doctor en Relaciones Internacionales
FAU, Alemania. Colaborador del Programa de Estudios Europeos UdeC

Vivimos en un mundo multipolar, en permanente cambio y con instituciones internacionales cuestionadas por aceptar la “hipocresía organizada” (Krasner, 1999). Las normas internacionales son permanentemente transgredidas, sobre todo cuando hay tensiones identitarias que afectan el resguardo de la soberanía Westfaliana frente a la soberanía legal internacional y viceversa. Chile, no ajeno a los cambios en la sociedad internacional, también vive un proceso de transformaciones. El país transita desde un añejo modelo post-dictadura hacia uno más plural, con sentido refundacional, con recambio de élites y reconocimiento de nuestra identidad originaria.

En aquel contexto, se ha planteado la renovación de la estrategia de inserción internacional del país, tendiente a generar una “nueva política exterior”. En ese sentido, resultará imprescindible para el nuevo gobierno definir no sólo los temas emergentes y progresistas que guiarán el nuevo ciclo de política exterior chilena, sino también, será necesario dar coherencia a esa nueva agenda.

¿Qué implica dar coherencia a la nueva política exterior chilena? Principalmente, evitar la “hipocresía organizada”. Aquello requiere definiciones previas y permanentes en el tiempo sobre la propia soberanía, acerca de con quiénes se profundizarán las relaciones exteriores y qué intereses se defenderán. Por lo tanto, si es que las alianzas se concretarán sobre la base de la autonomía estratégica y de una política exterior progresista, entonces se debe ser cuidadoso en no caer en la trampa del maximalismo normativo y al mismo tiempo profundizar relaciones hipócritas con regímenes que no están en la misma línea de compromiso de las normas internacionales que se pretenden impulsar (fortalecimiento de la democracia, respeto de los derechos humanos y una diplomacia turquesa y feminista). Si Chile quiere reflejar su nuevo modelo de sociedad a nivel internacional la estrategia deberá ser coherente. La sola definición de “progresista” no asegura la generación de coaliciones ad hoc que nos permitan superar nuestro clásico comportamiento “free rider”.

Chile tendrá que expresar internacionalmente, de forma fehaciente, su nueva identidad colectiva, porque los temas que impulse en la agenda internacional deberán ser verosímiles.

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