Opinión

Nos deja el Dr. Tom Lovejoy, padrino de la biodiversidad. Una mirada personal

Sin duda, y a pesar de la pena de su partida, que por lo demás constituye una gran pérdida para la protección ambiental del planeta, no solo nos queda el honor de haberlo conocido, sino que también su gran legado, que servirá para promover la conservación de la naturaleza como un bien común.

Por: Diario Concepción 02 de Enero 2022
Fotografía: Contexto

Dr. Ricardo Barra Ríos
Director Centro Eula.
Académico Fac. Cs. Ambientales UdeC.

Durante la mañana de la pasada Navidad y acompañado de su familia, en Washington DC falleció el Dr. Thomas E. Lovejoy, uno de los creadores del concepto de biodiversidad por allá por los años ochenta, y además un fuerte impulsor de la protección de la Amazonia durante los últimos cincuenta años, a través de la investigación y la creación de un sitio de observación experimental en el corazón de la Amazonia, llamado Campamento 41. Este año además fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, por sus méritos académicos, científicos y de gestión.

Conocí a Tom en su rol de miembro del Consejo Asesor Científico Técnico del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por su nombre en inglés Global Environmental Facility), del cual tuve el privilegio de ser parte entre los años 2014 y mediados del 2019. Su contribución científica a la conservación de la biodiversidad, lo hizo merecedor de variados premios internacionales durante su carrera.

Su espíritu calmo y atento, siempre dispuesto a escuchar miradas y opiniones diversas, destacó permanentemente entre quienes tuvimos el honor de compartir con él. En muchas reuniones y ocasiones pude apreciar la seriedad y profundidad de su pensamiento, además de su fuerte compromiso con la defensa de la biodiversidad, no solamente de la Amazonia sino a nivel global.

Asimismo, fue él quien descubrió el impacto de la fragmentación de los ecosistemas sobre la pérdida de las especies en los años setenta, y también quien acuñó el concepto de “Canje de deuda por naturaleza” en 1984.

Fue un científico cabal, con un tremendo interés por los problemas ambientales globales, y un fuerte impulsor del financiamiento de iniciativas de protección ambiental a lo largo y ancho del mundo. También estuvo siempre muy interesado en hacer llegar la voz de la ciencia a la comunidad política, pues fue asesor de variados presidentes de los Estados Unidos en temas ambientales, desde Reagan a Clinton, ya que gozaba del respeto de dicha comunidad sin distinción.

Era muy jovial y varias veces nos invitó a su residencia en Mc Lean, Virginia. Una casa de madera de 1730, llena de libros y documentos sobre la biodiversidad de todo el mundo. Un verdadero tesoro para compartir y conversar, sobre cómo mejorar el impacto de los proyectos del Fondo Mundial para el Medio Ambiente en la protección de la biodiversidad de países en vías de desarrollo (en Chile y la Región del Biobío hoy existen varios en ejecución).

En ese contexto, con Tom habíamos planificado una venida a Chile en que visitaría la Universidad de Concepción durante los meses de noviembre y diciembre de 2019, pero que debido al estallido social tuvimos que postergar hasta marzo de 2020, ahora en ocasión de la celebración del 30 aniversario del Centro Eula. Sin embargo, este viaje también debió ser suspendido, ahora a causa de la pandemia. Fue una pena que no alcanzara a venir, pues tenia mucho interés en conocer la Cordillera de Nahuelbuta y su rica biodiversidad, ya que era un viajero todo terreno y un observador inagotable, como los naturalistas antiguos.

Sin duda, y a pesar de la pena de su partida, que por lo demás constituye una gran pérdida para la protección ambiental del planeta, no solo nos queda el honor de haberlo conocido, sino que también su gran legado, que servirá para promover la conservación de la naturaleza como un bien común. Tal cual él calificaba a los espacios naturales para el futuro de nuestra humanidad: bienes comunes de todos, y para todos.

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