Opinión

De sátrapas y futuro

Ser políticamente responsables nos obliga a ponernos delante de los sátrapas en potencia, rechazándolos sin ambigüedades.

Por: Diario Concepción 16 de Enero 2021

Andrés Cruz Carrasco
Profesor del Departamento de Derecho Procesal de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción.

Los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ambos de la Universidad de Harvard, en su libro “Cómo mueren las democracias”, proponen unas categorías que sirven como parámetro para identificar a un autócrata.

Una primera categoría de este parámetro corresponde al débil compromiso del sujeto con las reglas democráticas. Se trata de los individuos que ponen en entredicho el sistema electoral y, paradójicamente, aún cuando puedan intervenir en el mismo como candidatos, cuestionan de antemano su legitimidad, aduciendo que su intervención constituye sólo un ejercicio de participación popular, negando la validez de la victoria de los oponentes o restándole el mérito a este sistema por estar corrompido.

Una segunda categoría corresponde a negarle toda legimitidad al adversario. Todos quienes no se asimilan a sus convicciones constituyen una amenaza, son mentirosos, represores, subversivos o cualquier otra expresión a la que se anteponga un “anti” cualquier cosa que esté de moda.

Una tercera categoría es la aceptación o impulso del uso de la violencia, la que se cubre de misticismo, confundiendo delincuencia común con intrépidas hazañas políticas, pretiriendo los muertos o el sufrimiento de las personas según si están a uno u otro lado de la trinchera imaginaria que ellos se inventan. No importa si la democracia se quiebra, más vale una refundación sangrienta que una reforma dialogada, mejor cuando la que se derrama es de otros.

Una cuarta y última categoría se funda en una predisposición a restringir las libertades civiles de rivales y críticos. Se persigue y castiga a quienes puedan tener un discurso diferente. Actúan censurando a punta de vetos, piedras y funas a todo oponente o a quien no esté libre de toda mácula moral que ellos se dicen detentar.

Actúan sobre la base del linchamiento en redes sociales, por supuesto con seudónimos o parapetados detrás de algún apodo. En contextos crispados y ante el fracaso de la actividad política democrática, estas figuras que antes se mantenían alejados del poder se van acercando poco a poco, frente a la abdicación colectiva de la comunidad que desconfiada y frustrada de tanto ser engañada, se pierde en la niebla del populismo que se les ofrece.

Ser políticamente responsables nos obliga a ponernos delante de los sátrapas en potencia, rechazándolos sin ambigüedades. La rabia y el resentimiento no son buenas consejeras cuando se trata de construir una sociedad inclusiva que se proyecte hacia el futuro.

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