Opinión

El desfondamiento de la política requiere de una nueva gramática de lo público

Bienvenidos todos y todas a pensarnos juntos y en público, levantar los pilares de una democracia que escuche, incorpore al abanico de miradas y sea capaz de buscar los equilibrios suficientes entre urgentes expectativas con las exigencias de una legítima participación ciudadana.

Por: Diario Concepción 21 de Octubre 2020
Fotografía: UdeC

Grupo Interdisciplinario de Investigación en Derechos Humanos y Democracia
Universidad de Concepción

El 25 de octubre de 2019, el Estado chileno dejó de dar garantías al conjunto de sus ciudadanos cuando se violentó una vez más, nada menos que la noción de la república, la cosa pública.

Las instituciones son estalladas dice la académica argentina Ana María Fernández (2012). No estallaron, ni están estalladas. En Chile, desde hace un tiempo, las instituciones son estalladas y dejan al descubierto el desfondamiento político e institucional que es difícil de asimilar porque luego del vaciamiento de las políticas neoliberales, se empezó a gestar un vaciamiento de sentido que se ha venido rumiando en paralelo con las crisis que hemos debido enfrentar, luego de los dos hitos que marcaron el rumbo del país desde 2019, la ciudadanía estallada en la calles y luego, 2020 la pandemia nos confinó en las casas.

¿Cómo pasar de las manifestaciones en la calle y actos de violencia al diseño de políticas públicas que generen equidad? ¿Cómo pensar la educación como un acto de imaginación y proyecto de vida armonioso? ¿Cómo entender la ciudad y sus requerimientos desde los ciudadanos? ¿Cómo recuperar el arte como enclave de los nuevos relatos de un país fragmentado?

El palpito del ciudadano común, es sentirse un sujeto “sin territorio”, “sin garantías”. Siente que el Estado ya no protege a las personas jubiladas, no cuida a las personas en situación de discapacidad, no protege a los niños y niñas de los abusos, ni a los jóvenes invisibilizados que viven en las periferias, e incluso, ni a los alumnos/as que transitan en aulas vaciadas de sentido.

Paulatinamente, en este proceso de desfondamiento se escurre el poder a través de pequeños agujeros por donde se ha desdibujado el horizonte del viaje y también las certezas que se acuñaban. En este panorama, emerge el caos hasta donde la incertidumbre se va transformando en el norte de un nuevo tipo de sociedad llamadas complejas al decir del filósofo español Innerarity (2020) y que los gobiernos y la clase política aún no saben cómo gestionar.

Hoy, necesitamos instituciones que no solo sean funcionales a los tiempos, sino donde se despliegue lo público, garante de una producción colectiva de ciudadanías.

Dicho lo anterior, habría que considerar la urgencia de pensar una nueva gramática y, de ese modo, rediseñar instituciones al servicio de lo público, Arendt ya lo ha dicho, la política es una actividad inherente a los hombres y mujeres en general y como ciudadanos en particular para que sea la acción política la que cree la condición de generar una historia y el espacio público como condición y fin de dicha acción. ¿Por qué es tan importante lo público? Porque es allí donde las personas se reúnen a discutir sobre lo común, un ágora para la acción entendiendo que lo público contiene dos pilares: ser un espacio donde todos y todas nos vemos y, a la vez, compartimos una realidad.

Pero ¿basta con enunciarlo? ¿Podemos, decir que, por el hecho de decirlo, acepto al otro/a cómo es? ¿Existe un espacio donde nos visibilicemos todos/as? ¿la clase política tiene una acción con discurso (sin violencia), que oriente el tránsito de una carta de navegación impuesta hasta ahora, a otra que podamos construir aceptando a los otros, aunque no pensemos de igual modo?

Al parecer estamos invitados a “re- inventar” este país que se oculta y que hoy se manifiesta en las calles desde sus vivencias sociales y culturas de base. Necesitamos una nueva gramática de lo público, que trace un mapa de las preocupaciones que nos provocan respecto al país en que queremos vivir. Esa historia requiere de la participación de nosotros y nosotras. Tenemos la oportunidad, por primera vez, de construirla juntos/as.

Pues bien, bienvenidos todos y todas a pensarnos juntos y en público, levantar los pilares de una democracia que escuche, incorpore al abanico de miradas y sea capaz de buscar los equilibrios suficientes entre urgentes expectativas con las exigencias de una legítima participación ciudadana.

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