Opinión

Mississippi en llamas

A veces, se debe romper con algunas reglas, que son las que imponen los que detentan el poder, para conseguir alguna transformación.

Por: Diario Concepción 03 de Junio 2020
Fotografía: No cabe duda que la emergencia sanitaria ha impactado fuertemente el mercado laboral y que intensificó la preocupación de los trabajadores por mantener su fuente de generación de ingresos, resintiendo las certezas respecto a la posibilidad de encontrar otra ocupación estable en plena emergencia asociada al Covid-19. Sin embargo, es indiscutible que el mundo del […]

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

“Mississippi en llamas” es una película de 1988 dirigida por Alan Parker. Transcurre en un pueblo al sur de los Estados Unidos en el año 1964. Basada en hechos reales, trata sobre la investigación por la desaparición de 3 activistas por los derechos civiles, un afroamericano y dos judíos blancos, en el seno de una comunidad racista y prejuiciosa, que fueron asesinados por los miembros del archiconocido grupo supremacista blanco “Ku Klux Klan”, quienes actúan impunemente amparados en una red de influencias que pasa por la policía local, las autoridades políticas, judiciales y económicas del lugar. Es decir, representan una forma de vida. Una manera de relacionarse con los otros, considerados, por ser diferentes, como algo más que unas mascotas y que ante cualquier desatino o rebeldía son severamente castigados.

No sólo se trata de la discriminación contra las personas de color, no sólo es contra los judíos, también son las mujeres, con un rol bien especificado y subalterno en el contexto de una sociedad patriarcal. Con un siniestro sentido de la lealtad que implica perseguir con todo el rigor que sea necesario a todo el que pueda ser tenido como traidor. La seguridad que les confiere la circunstancia de sentirse a salvo de cualquier riesgo, parapetados detrás de sus armas, escondidos en sus privilegios y sus máscaras, sabiéndose controladores de todo lo que pueda suceder, les permite actuar de una manera profundamente hipócrita, mostrándose incluso como cercanos a los discriminados, a los considerados como unos inferiores, que por su raza, su marginalidad, su condición social, su debilidad, su organización precaria, su falta de recursos, no son considerados peligrosos. Además, cualquier amenaza es aplastada rápidamente. Incluso pueden aparecer ante los medios de prensa formando parte de la solución, mostrándose ocupados en el asunto, poniéndose a disposición del desamparado. Todo sea por ocultar la ineptitud, la deshonestidad y ante todo, su repugnante y más que evidente cinismo. Por supuesto, la esperanza no puede perderse, y tienen que ser 2 agentes, uno la antítesis del otro, quienes deben hacerse cargo de intentar actuar y se deben enfrentar una y otra vez contra la indiferencia y apatía colectivas, siendo el verdadero enemigo el silencio que surge del miedo y la incertidumbre. Uno, con una formación que le impide romper cualquier norma.

El fin no puede justificar cualquier medio. El otro, quien se ríe de la ingenuidad de su compañero. A veces, se debe romper con algunas reglas, que son las que imponen los que detentan el poder, para conseguir alguna transformación.

Etiquetas