Opinión

De emergencia y sanidad

Se persigue equilibrar el imperativo técnico con el imperativo moral, para alcanzar un mayor bienestar que cubra la mayor cantidad de seres humanos.

Por: Diario Concepción 27 de Mayo 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

No habiendo directivas anticipadas válidas para tomar una decisión tan difícil como determinar a quien se le brinda atención y a quien no ante la insuficiencia de medios para socorrerlos a todos ante una peste descontrolada, resulta necesario reconocer que no existe sólo un principio orientador. En ocasiones, no es posible recurrir al derecho a la autodeterminación del paciente y tampoco del ejercicio sustituto de sus familiares. Así, el ejercicio del derecho subrogado no nos sirve. Se ha recurrido al “Triage”, un proceso aplicable cuando se desborda la cantidad de víctimas, siendo necesario recurrir a su clasificación para optimizar los recursos sanitarios. No bastaría aplicar como criterio sólo la edad del paciente, por cuanto su dignidad humana sobrepasa estos cálculos discriminatorios y por lo demás bastantes simplistas.

Claramente no hay certezas en cuanto a que un año de vida de una persona puede ser más o menos valioso que 10 años de otra. Se deberá tomar en cuenta su voluntad (si es posible recabarla), su gravedad, la necesidad del tratamiento, en conjunto con las posibilidades de sobrevida, agregando algunos que deben considerarse las proyecciones respecto de la calidad de su subsistencia, así como la tolerancia al sufrimiento que conlleva el tratamiento, para evitar el escarnecimiento terapéutico con un esfuerzo desproporcionado en relación con los resultados esperados. De este modo, el paciente debe ser evaluado, categorizado, determinando quienes requieren atención inmediata para ser estabilizados, los que pueden esperar y los que no son recuperables, sopesando las necesidades reales de cada uno en relación con los medios a disposición en el contexto específico de que se trate. Debemos considerar que se trata de un proceso dinámico, por cuanto está circunscrito a un contexto de excepcionalidad, debiendo estar en constante reevaluación, lo que constituye una carga adicional para el personal de la salud, ya que las condiciones pueden ir variando con arreglo al impacto de los recursos humanos y materiales que se tengan disponibles. No aplicar ningún criterio en la atención podría acarrear desastrosas consecuencias para un número mucho mayor de personas.

Se trata, por ende, de un complejo dilema de ética aplicada, en los que adquieren vitalidad valores tan abstractos como la utilidad y la equidad (desde una perspectiva de justicia distributiva), en el que se persigue equilibrar el imperativo técnico con el imperativo moral, para alcanzar un mayor bienestar que cubra la mayor cantidad de seres humanos, facilitando el uso racional de los medios.

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