Opinión

El hijo de la bruja viaja a las estrellas

Existen ahora materiales especiales que pueden aprovechar el empujón de las partículas de luz ( fotones) del sol.

Por: Diario Concepción 13 de Febrero 2020
Fotografía: Roger Leiton

Roger Leiton
Departamento de Astronomía, U. de Concepción
Centro de Instrumentación Astronómica (CePIA)
Proyecto Anillo Agujeros Negros Supermasivos

Gracias a un embrujo de su madre, Duracotus, un chico islandés, emprende un viaje hacia la Isla de Levania después de haber aprendido astronomía. En esta historia Levania es la luna y el viaje no es nada menos que a través del espacio; está contada completa en Somnium (“El Sueño”), quizás el primer libro de ciencia ficción. A pesar de que la propulsión es brujería, el texto especula con la posible ciencia del viaje: el empujón del despegue, la falta de peso, el soporte vital estando en el espacio, la geografía lunar y seres extraterrestres como serpientes. Su autor, Johannes Kepler (1571-1650), debería estar en el imaginario cultural de la humanidad tal como Newton, Einstein o Darwin.

Su más conocida contribución son los tres enunciados que describen el ritmo y distancias relativas a la cual se mueven los planetas en torno al Sol, y la forma ovalada de sus órbitas. Las tres leyes de Kepler fueron la plataforma sobre la cual Newton se paró, más de cien años después, para declamar sus ideas sobre la gravedad. Kepler fue un obsesivo astrónomo, matemático y astrólogo alemán quien, como otros genios, no pudo contener su curiosidad en un sólo tema. Describió cómo se forman las imágenes en el ojo, perfeccionó un tipo de telescopio, explicó por qué una fuente de luz se ve más débil cuando se aleja, y además se las dió de escritor de ciencia ficción. La aparición de un cometa en 1777 (Kepler tenía 6 años) lo marcó profundamente: ¿por qué los cometas tienen cola?, se preguntó. Pensó que la respuesta era el sol.

Los cometas son peñascos kilométricos de agua, dióxido de carbono, metano y amoniaco mezclados con rocas y polvo, ingredientes que se mantienen sólidamente congelados hasta que el cometa se acerca lo suficiente al sol. El viento solar, un tufo de partículas que el sol emite con mucha energía en todas direcciones, es el que desgarra al cometa y vaporiza esos compuestos, dejando una estela detrás: la cola. Kepler intuyó una idea parecida y pensó que ese mismo viento podría impulsar las velas de naves espaciales en el futuro. Y tenía razón.

Existen ahora materiales especiales que pueden aprovechar el empujón de las partículas de luz ( fotones) del sol. Cuando chocan con esta tela especial, la empujan, tanto al chocarla como al reflejarse en ella. Cada fotón no ofrece mucho empuje, pero el sol produce muchos y de manera constante. Al igual que en el mar, mientras más grande la vela, más empuje se cosecha del viento. Quizás en el futuro, un niño del planeta Tierra podría navegar -sin necesidad de brujería ni de un cohete- en un velero solar acelerando hasta las estrellas ¡Gracias por la idea, Kepler!

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