Opinión

El acuerdo por la paz social y la nueva Constitución (II)

Sólo fundados en valores de respeto y reconocimiento de los otros como legítimos otros, es posible encontrar la paz y la templanza para escribir las bases de un futuro común.

Por: Diario Concepción 07 de Febrero 2020
Fotografía: Diario Concepción

Augusto Parra
Presidente de la Fundación República en Marcha

Las Constituciones o cartas fundamentales deben procurar un marco estructural que fije un cuerpo de principios permanentes del Estado; la definición de un catalogo de derechos y obligaciones que regule la relación entre los ciudadanos para con ellos mismos y el Estado; define las estructuras y organización del Estado. En el fondo regula las relaciones de Poder para asegurar el ejercicio de los principios y derechos fundamentales, como la libertad, la paz, la justicia, etc.

Las constituciones deben procurar miradas de largo plazo y deben evitar responder a cuestiones de carácter ideológico, de corto plazo y tentaciones reivindicatorias de unos sobre los otros.

Las Constituciones son el alma de la nación, por lo mismo, la base de un acuerdo social que hace posible amalgmar a la nación como proyecto colectivo.

Hacer un debate constitucional de la envergadura que requiere pensar un Chile común, respetuoso de las bases que permitan que nadie se pueda sentir excluido o vulnerado en sus derechos fundamentales, requiere de aquella templanza que hace posible mirar en el horizonte los desafíos que imprime la cuarta revolución industrial en cuanto a nuevas formas de poder que deben ser reguladas, una Constitución que debe acompañar un proceso descentralizador y modernizador del Estado que permita a este lograr mayor eficiencia, justicia y equidad en la asignación de bienes públicos, una que cuide la prudencia y la responsabilidad fiscal como base del progreso, que haga posible avanzar en derechos sociales con la responsabilidad de no comprometer al Estado mas allá de sus posibilidades financieras y fiscales, y que evite los abusos en la explotación indiscriminada de recursos naturales que deben pasar a ser explotados racionalmente y proporcionar beneficios compartidos en cuanto asegurar su carácter de bienes nacionales.

Nada es posible sin una clara orientación al bien Común, el debate minimalista y anacrónico de más o menos Estado en que unos aspiran a limitar el Poder del Estado para asegurar la libertad individual y otros a un Estado Omnipresente que asfixia la libertad individual para asegurar el imperio del colectivo. Debe ser remplazado por cuanta libertad y mercado como sea posible, para asegurar el máximo desarrollo material espiritual de cada hijo de nuestra tierra y como base del progreso y cuanto Estado como sea necesario para asegurar el bien común.

Siempre habrá relaciones de Poder, en la naturaleza humana que nos hace distintos y únicos, y no todos los campos de relación humana puede ser posivitizado por cuanto no basta los cuerpos legislativos para asegurar el bien común si no se requiere dar pasos hacia una revolución ética con base en el cambio cultural que implique en el reconocimiento de nuestra individualidad, pasar del individualismo a la solidaridad y el amor.

Sólo fundados en valores de respeto y reconocimiento de los otros como legítimos otros es posible encontrar la paz y la templanza para escribir las bases de un futuro común y hoy esas condiciones son efímeras, y parecen no estar.

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