Opinión

Dolores de parto (II)

Un nuevo pacto civil no sólo es posible, sino imprescindible para la construcción del Chile del siglo XXI.

Por: Diario Concepción 04 de Febrero 2020
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Jaime Tohá González
Diputado de la República

Desde 1988, no vivimos un momento tan crucial para nuestro país. La ley 21.200, recién promulgada y publicada, que modificó el Capítulo XV de la Constitución Política, abre una bifurcación esencial en la historia. El Presidente de la República debe convocar a un plebiscito nacional para el próximo 26 de abril, en el que la ciudadanía decidirá sobre la existencia de una nueva constitución y sobre el tipo de órgano que deberá redactarla. Inmerso en un proceso constituyente real, Chile se ha abierto a través de la movilización social, pero, acto seguido, lo ha hecho por medio de los órganos permanentes del Estado en los que la voluntad popular se expresa.

Por lo anterior, es necesario que como nación estemos a la altura del desafío: cuidar al país dentro de los cauces institucionales y, al mismo tiempo, confiar y ser leales con la voluntad mayoritaria de la nación. Lo anterior no es poco. Existen muchísimas personas que temen a la deliberación razonada y franca de una convención constituyente, y que también pueden pensar que una participación ciudadana profunda puede ser más lesiva que una no participación como en la que nos encontramos. Viene una etapa, tal como en el pasado, en que se tratará de hacer fracasar el proceso.

Sin embargo, nos contamos entre quienes tenemos un puñado de buenas razones para creer que un nuevo pacto civil no sólo es posible, sino imprescindible para la construcción del Chile del siglo XXI. Un salto hacia mayores índices de igualdad, hacia mejores indicadores de satisfacción, hacia una reforma profunda del Estado que permita la superación del modelo neoliberal dejando atrás su rol subsidiario y, en definitiva, hacia un Chile que invite a la construcción de una nueva matriz productiva y a una mayor y más inclusiva convivencia, requieren la composición de un nuevo orden constitucional. Este, debe ser capaz de dar más y mejores derechos sociales, de recuperar las riquezas del subsuelo para agregarles valor, de dotar de una mayor descentralización al país y de dar castigo eficaz a toda clase de abusos. En suma, hablamos de un nuevo trato entre los ciudadanos, de un nuevo trato de estos con el Estado y de una nueva relación de este con sus recursos. Hoy, como ayer, las urnas definirán cómo y cuándo deberemos construir un pacto constitucional que permita escribir nuestra historia en una hoja en blanco con altura, prudencia y una mirada honesta sobre nuestras posibilidades.

Si hemos de realizar todo aquello, habremos defendido bien la voluntad del soberano y, sobre todo, nuestra democracia. Sólo así, el tránsito de una gestación difícil y los dolores de un parto, habrán valido la pena.

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